Una de las parejas más famosas y turbulentas del siglo XX, la salvadoreña Consuelo Suncín y el francés Antoine de Saint Exupèry, están ahora unidos en un rincón de El Salvador en París, la Place d’ El Salvador, donde se inauguró el viernes un medallón en bronce representando al escritor y piloto, realizado por su esposa, que inspiró la bella «rosa» llena de espinas de «El Principito».
La inauguración del medallón, a la que asistieron diplomáticos y responsables políticos y culturales franceses, fue una ocasión sobre todo de celebrar a Suncín, nacida en el pequeño pueblo de Armenia, Sonsonate, en 1901, y que brilló con luz propia en círculos artísticos de varios países, antes de morir en Grasse, sur de Francia, en 1979.
«Muchas veces se olvida que Consuelo era por sí misma una gran escritora, una gran escultora, una gran pintora, además de una gran mujer», declaró a la AFP el embajador de El Salvador en Francia, Francisco Galindo, tras la inauguración de la escultura en la pequeña plaza del acaudalado distrito siete de París.
«Quizá se olvida eso porque ella estuvo casada con de dos de los más grandes y famosos escritores del siglo XX, el guatemalteco Enrique Gómez Carillo y Saint Exupèry», agregó.
«Por eso, además de recordar la amistad entre Francia y El Salvador, queremos resaltar el valor de ella como artista, y recordar que ella es salvadoreña», declaró el diplomático, en la pequeña plaza cerca de donde vivió Suncín y Saint-Exupèry, quienes se instalaron en París tras conocerse en 1930 en Buenos Aires.
Su tormentosa unión, que ha sido retratada en libros biográficos, novelas y películas, entre ellas «Saint-Exupèry: La Caja de la Historia», duró 14 años, hasta la desaparición del aristócrata aviador y escritor, en 1944, en algún lugar del Mediterráneo.
Suncín contó también sus años con Saint-Exupèry -salpicados de pleitos y reconciliaciones, traiciones, soledades y momentos felices- en «Memorias de la rosa». Escrito en 1946, ese libro, que estuvo encerrado en baúles que tardaron décadas para ser abiertos, fue publicado sólo en 1999.
El medallón ejecutado por Suncín -a quien muchos que la conocieron en París la describieron como «un pequeño volcán de El Salvador»- fue donado por su heredero universal, José Martínez-Fructuoso, y está instalado en una estela realizada por el artista francosalvadoreño Ahtzic Silis.
«Ser la mujer de un piloto es un oficio, ¡pero serlo de un escritor es un sacerdocio!», afirmaba Consuelo, que tiene ahora por fin un lugar eterno con su marido en la Ciudad Luz.