Después del triunfo de Henrique Capriles Radonski en las elecciones del 14 de abril pasado, escamoteado por un CNE controlado por el partido de gobierno y sobre todo por el Poder Ejecutivo, que se negaron a realizar una auditoría de los cuadernos de votación y de las captahuellas, no sólo selló la ilegitimidad del candidato proclamado, Nicolás Maduro, sino que será también un muro de contención a la tendencia autoritaria enrumbada a perpetuar en el poder al heredero del Jefe del socialismo del siglo XXI, y el panorama político del país registra algunas nuevas realidades.
En lo económico se ha agravado la dependencia de las importaciones para satisfacer necesidades de la demanda de productos que pueden producirse en el país, pero lo impide la política agropecuaria del gobierno que con sus expropiaciones y confiscaciones de fincas prácticamente liquidó la producción de alimentos en la mayor parte del territorio nacional. La devaluación del bolívar frente al dólar aumenta los precios de los productos importados, y para algunos economistas estamos muy cerca de entrar en una recesión económica, con inflación, lo que ellos llaman la estanflación, camino a un precipicio, no obstante los intentos del Ministro Merentes de crear confianza en el empresariado, con promesas que no se cumplen.
En lo social, las nuevas realidades se manifiestan en el aumento de la pobreza y el desempleo. Hay más pobres porque los sueldos no alcanzan ni para la cesta básica, a lo que se agrega la escasez de alimentos. El desempleo tiene que aumentar porque no hay nuevas empresas que proporcionen trabajo a los miles de jóvenes que se incorporan todos los meses al mercado laboral. En cuanto a la salud, los hospitales que fueron arrebatados a las gobernaciones y a la Alcaldía Metropolitana, no funcionan, y la clínicas privadas abarrotadas por miles de personas, que al no ser atendidas en los hospitales públicos, acuden a la medicina privada, hoy están amenazadas por la intervención del Estado, que todo lo que toca lo arruina. Y la inseguridad cobra las vidas de centenares de venezolanos todos los fines de semana, porque el hampa desbordada y armada, no es frenada ni con la Fuerza Armada en la calle, ni desarmada de acuerdo la reciente Ley aprobada.
En lo político parece que el chavismo tiende a desaparecer ante la aparición del madurismo, lo cual podría ser positivo si el cuestionado Presidente cambiara la política de confrontación por un diálogo que permita que funcionen las instituciones del Estado en una forma independiente, de acuerdo a lo establecido en la Constitución Nacional Bolivariana.
Frente a estas nuevas realidades, la dirigencia política de la oposición deberá manejarse con el mismo espíritu unitario que la acompañó para enfrentar y derrotar a todo el poder del nuevo Estado madurista. Lo que parece una perogrullada tiene unas peligrosas aristas que pueden crear roces y hasta divisiones en la oposición, si se desatan las ambiciones personales (seguramente muy legítimas en algunos de los casos) para presentarse el 8 de diciembre como candidatos a las alcaldías y concejos municipales, en la creencia de que el mandado está hecho para derrotar a los aspirantes del oficialismo. Las propias cifras electorales obtenidas por Capriles indican que dichos resultados fueron producto de la Unidad, y por lo tanto nadie, con cierta sindéresis política, puede ni debe atribuirse posibles victorias unilaterales.
Lo más trascendente que puede afirmarse con espíritu realista es que el triunfo en las elecciones del 14 de abril, es de la democracia venezolana, representada por adversarios y partidarios del oficialismo. Si el heredero del comandante Chávez oyera la voz del pueblo, debería invitar al diálogo civilizado, como lo ha hecho la oposición llamando a la reconciliación nacional, conservando cada quien sus puntos de vista acerca de las ventajas de sus respectivos proyectos políticos.
2013 será un año crucial para el futuro democrático del país, en el que las voces del extremismo tendrán menos eco, y durante el cual la oposición está obligada a trazar una política consustanciada con el interés e inquietudes de una inmensa masa de chavistas que no se sintió representada por Nicolás Maduro. El mensaje y los candidatos serán determinantes para atraer un alto porcentaje de los chavistas que en las elecciones presidenciales anteriores sufragaban por Hugo Chávez, pero que el 14 de Abril, centenares de miles votaron por Capriles, pero muchos se quedaron en sus casas. No hay duda de que el oficialismo tratará de reconquistarlos, pero su mensaje está equivocado porque no es cónsono con una política económica que estimule la producción, el empleo y la convivencia pacífica entre los venezolanos.
La locura que ha desatado en el oficialismo la derrota del 14 de abril, soberbia, desafiante, tiene que ser enfrentada con un mensaje unitario, de inclusión y respeto a todas las ideas, de confianza en un futuro sin exclusiones, sin persecuciones, sin presos políticos ni exiliados, es decir, conviviendo en un Estado de Derecho.
Nuevas realidades 2013
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