En el mundo viven 1.500 millones sin techo. Ese problema tiene solución pero requiere de un intenso esfuerzo nacional, bien focalizado en sus objetivos en el sentido de atacar las causas y, además, sostenido en el tiempo. El esfuerzo tiene que apoyarse, además, en el control demográfico, en el desarrollo económico y el educativo.
Es necesario disminuir la tasa de natalidad de la gente más pobre porque son los pobres los que más paren sin disponer de recursos suficientes para asegurar la sustentabilidad de sus familias. Menos niñas pariendo hoy son menos niñas volviendo a parir 10-12 años después, bajando la presión por viviendas. La economía debe crecer más rápido que la población, lo que hace que más bienes estén al alcance de las familias. Esto, a su vez, ayuda a limitar la natalidad por la comprobada relación entre desarrollo económico y tasa demográfica. En tercer lugar se requiere de grandes inversiones en educación pública: un pueblo educado es más productivo.
Las propuestas anteriores deben acompañarse de otras. Una es tratar de construir la mayor cantidad posible de viviendas, por el Estado y por el sector privado, sin exclusión por razones ideológicas, dejando que el sector privado construya para quienes pueden pagar y que el Estado construya masivamente para quienes no. En Venezuela está pendiente de rescatar las experiencias que se han dado desde 1928 cuando se creó el Banco Obrero y estudiar cuáles de esas experiencias pueden aun hoy sernos útiles. La ignorancia chavista condenó en bloque esas experiencias, un hecho que hubiera sido aceptable si hubieran mostrado que sus enfoques dan mejores resultados. Es esencial no crear falsas expectativas de que estos programas pueden superar la crisis en unos pocos años.
Otro frente, de implementación inmediata, es aprovechar las capacidades constructivas de la gente evitando al mismo tiempo los desastres urbanísticos. Es una solución mucho más barata que la construcción de casas pues se ocupa solo de ofrecer un urbanismo racionalmente trazado. Para esto las autoridades locales deben disponer de tierras para parcelarlas y entregar las parcelas a quienes las necesitan, Incluso sin ningún tipo de equipamientos, estos llegaran más tarde, cuando así lo permitan los recursos. La gente construye primero su rancho y luego lo va transformando en vivienda con orientación técnica de los organismos municipales. Toma su tiempo pero el urbanismo ya estará trazado correctamente.
En Venezuela todas estas soluciones se han intentado. En una oportunidad se creó el programa vivienda-baño que le daba a cada familia un terreno urbanizado con un baño a cuyo alrededor la familia podía construir la casa a su ritmo. Hay que revisar que ha ocurrido con esas viviendas. Se dirá que esto no es digno pero lo que es cierto es que dar casas gratis y totalmente equipadas ya ha demostrado que es económicamente insostenible y limita el número de personas que se pueden atender. Si algo hay que revisar en los programas de vivienda popular son los términos “dar” y “dignos”.
Otra alternativa son los programas de renovación urbana que se aplican sobre áreas que se han consolidado como áreas inestables, peligrosas o que muestran construcciones muy precarias y que deben ser demolidas. De ser posible, en este tipo de intervención se deben construir las nuevas viviendas en un sitio cercano y manteniendo unida a la comunidad, sin romper sus lazos sociales. El programa de sustitución de viviendas debe estar acompañado de uno de rehabilitación cultural para superar la cultura de la pobreza.
Todos los programas de vivienda social requieren de un factor esencial: sostenerlos en el tiempo hasta llevar los déficits a niveles manejables. Suecia, con 10 millones de habitantes, hoy requiere solo de 60.000 nuevas viviendas por año, entre las viviendas a sustituir por deterioro y las demandadas por crecimiento natural de la población. De esas viviendas, la mayoría son construidas por el sector privado.
A las invasiones hay dos maneras extremas igualmente negativas de tratarlas: una es combatirlas a toda costa, negando el problema social a las que ellas responden. La otra es estimularlas, convirtiendo a las ciudades en un desastre, aunque esto de réditos políticos y financieros a corto plazo.
La ciudad como tema – Invasiones (3)
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