Las sociedades políticamente siempre oscilan entre la continuidad y el cambio.
En la actual coyuntura política una mitad quiere continuar y mantener el status quo y la otra mitad quiere un cambio y un gobierno alternativo.
En esta pugna realmente no hay razones ni ideológicas ni doctrinales, sino el cálculo pragmático de insertarse en el Estado y acceder al presupuesto público, sea una alcaldía, una gobernación o la presidencia, de allí el interés de los partidos políticos de ambos sectores en mantener abierta la opción electoral a pesar de las reservas en la oposición con respecto a nuestro sistema electoral.
El “chavismo” murió con su fundador, lo que queda es un todo vacío y las ambiciones personales y grupales, siendo las más visibles las tendencias que pudieran representar Maduro y Diosdado, y las menos visibles aquellas que están presentes en el sector militar, el verdadero poder del régimen. En cualquier desenlace, ellos jugarían un papel decisivo.
En la oposición hay una unidad política por necesidad con muchas diferencias reales y potenciales. Los partidos juegan, táctica y estratégicamente, un doble juego: a corto plazo la unidad y a mediano plazo un proyecto gubernamental que perfectamente puede ser permeado en ambos sectores, es decir los aliados y adversarios políticos de hoy pudieran eventualmente mezclarse.
El curso de los acontecimientos es difícil de predecir, pero lo que sí está claro es el fracaso de este proyecto populista-militarista y el pretender hegemonizar el gobierno sobre un falso dilema de izquierdas y derechas que en la práctica no es real. La primera necesidad nacional es recuperar la convivencia y unas reglas electorales confiables. Como siempre el Estado debe alcanzar para todos, de no ser así la anarquía y la violencia nos seguirán amenazando y con ello se prolongarían penurias e incertidumbres.
Otra certidumbre es que hay un cansancio generalizado con este clima enrarecido de país detenido y sociedad atormentada. El sector joven, que es mayoría, exige una salida política, equilibrada, democrática y convivencial, y de allí la necesidad de generar respuestas societarias y políticamente viables y en donde ningún sector político se sienta discriminado o excluido de los futuros escenarios. Nadie vive del pasado, es un error del oficialismo pretender eternizar políticamente la imagen del líder fundador y legitimar el gobierno sobre su imagen igual que es necesario que la oposición entienda que si no desarrolla el mensaje de la alternabilidad y la convivencia va a ser difícil convencer a sectores importantes que han apoyado a este gobierno de entender la importancia y necesidad de una alternativa democrática.
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