Los cujíes son los custodios del verano eterno de la tierra caroreña. De una a otra orilla se dejan acariciar con brisa que a veces trae el anuncio de la lluvia pasajera. Historias de caminantes o los sones de un tamunangue cuando cae la tarde y el silencio aconseja tributar con canto, maraca y cuatro.
Este año, como cada año desde hace veintitrés, los cujíes, en fila perfecta desde el aviso que anuncia Curarigua (capital de la parroquia Antonio Díaz del municipio Torres), escucharon brisa e historia y dieron la bienvenida al entusiasmo de los 500 participantes de la XXIII Cabalgata Tocuyo Curarigua, con punto de inicio en la mañana del viernes 5 de julio en el caserío tocuyano de Boro-Las Veritas, con llegada en la noche de ese mismo 5 de julio, cuando Curarigua salió a la calle para agradecer a quienes han mantenido firme una tradición que encendió la fiesta a lo largo del fin de semana, con misa tocuyana en el templo Santo Domingo de Guzmán, carreras de mulas, exhibición de caballos españoles, tarde de coleo y fiesta en la plaza mayor.
El primer viaje fue con veintidós caballos
Leonardo Colmenares, presidente de la Fundación Tocuyo Curarigua, vuelve con la memoria al tiempo de la primera cabalgata cuando, con apenas veintidós caballos, salieron de la finca Los Palmares de El Tocuyo y en jornada de dos días (52 kilómetros el primer día y cifra exacta el segundo de vuelta para un total de 104 kilómetros), quisieron de esta manera seguir el ejemplo de los abuelos, quienes acompañaban a Curarigua en la antesala de sus fiestas patronales.
La idea nació en El Tocuyo. El segundo año se unió Carora y Barquisimeto. De veintidós caballos pasaron a cincuenta en la segunda edición y ahora, en la XXIII Cabalgata Tocuyo Curarigua, quinientos ejemplares dieron la talla en recorrido con pañuelos protectores y medalla al cuello de la Virgen del Rocío, obsequio del doctor Eduardo Gómez Sigala.
Abuelos, hijos y nietos inician la marcha con tres imágenes protectoras a las cuales celebran con cantos. El tamunangue para San Antonio, tambores a San Juan y serenata a la Divina Pastora, madre y guía en la larga jornada con amanecer este año el 5 de julio. Caseríos como Sierralito e Ira saludan el paso de los jinetes, quienes, a lo largo del camino, reciben el amor de la gente del pueblo.
Comida, bailes y cantos dan la bienvenida a los eternos viajeros de la Cabalgata tradicional, quienes también hacen un alto para escuchar las necesidades de las familias, excelentes anfitrionas de participantes ya habituales de la Cabalgata que llega con la noche a Curarigua.
Para Leonardo Colmenares, lo más importante es ver a los hijos sumados con entusiasmo a la participación. De hecho, el 60% son menores de 30 años, quienes siguen las huellas de los iniciadores. “Esta tradición no morirá; está arraigada en el corazón de las familias”.
Misa y canto de Expresión Morandina
El sábado 6 de julio la alegría amaneció en Curarigua. Ya curados de cansancios y la larga faena del día anterior, la iglesia Santo Domingo de Guzmán, patrono del pueblo, recibió a las familias participantes en la XXIII Cabalgata Tocuyo Curarigua, a los amigos y feligresía, para escuchar la palabra del padre Alberto Álvarez (padre Beto), párroco de la Catedral de Carora, en misa tocuyana con música popular de El Tocuyo, adaptada a la liturgia por Bolivia Colmenares de Nanetti en el año 1987 e interpretada para la ocasión por el grupo Expresión Morandina.
Nueve mujeres, artistas del canto y la música, ataviadas con los colores vivos del amanecer, festejaron a quienes participan tanto en el galope como en tierra firme: los hermanos Colmenares Lozada, los Herrera, los Riera y los Álvarez, Yamil Khawain, el doctor Eduardo Gómez Sigala, las familias Yépez Riera, Lozada Rodríguez, Lozada García, Rodríguez Sigala, Saade, Rosalio Castillo, Chuíto Bermúdez y Aura Cecilia Colmenares, entre otros y entre muchos unidos en celebración, con raíces tocuyanas y caroreñas.
El padre Alberto Álvarez bendijo con la palabra del Señor a los participantes. “La presencia de ustedes es alegría. Trae bienestar y progreso. Ojalá cada uno de ustedes se lleve de Curarigua una vela encendida, símbolo de espiritualidad”.
De manera especial hizo referencia a la restauración del templo, obra ejecutada bajo la dirección del artista Rafael Torres y sueño posible por aporte de los participantes en la Cabalgata y la Alcaldía del municipio Torres, en apoyo al patrimonio edificado de una parroquia eclesiástica fundada en el año 1781.
Apenas finalizar el oficio religioso, la plaza de la iglesia fue antesala a la fiesta. Luego de bendecir a caballos y familias, bajo la mirada de los santos protectores y la Virgen, el tamunangue se hizo baile en el cuerpo de las parejas.
Ya con el sol en alto, la comida criolla servida en la cordialidad de las casas de siempre, dejó paso al atardecer en hamacas de siesta protectora, mientras la manga de coleo alistaba sus mejores ejemplares para continuar la jornada en homenaje a los visitantes.
Coleo y exhibición de caballos de paso
Las casonas de la Curarigua antigua son orgullo del antepasado. La teja firme, la madera labrada y el bahareque noble, resisten el paso del tiempo y ordenan silencio a quienes pretenden sustituir la ancestral técnica constructiva por el bloque sin corazón. Muchas albergan como cálidas posadas a quienes, luego de la larga Cabalgata, piden descanso al cuerpo para cumplir al pie de la letra el programa del día siguiente.
Misa, baile, comida de gusto casero y luego a la manga, plena de familias, de música y alegría.
Las mulas abrieron el cartel de la tarde en carrera típica que el pueblo agradeció. Luego, el doctor Eduardo Gómez Sigala mostró sus ejemplares de pura raza española, de paso exquisito y espectáculo celebrado con largo aplauso para luego dar paso a la tarde de toros coleados.
Apenas colgar la noche el cartel, las familias cambiaron la manga por la tertulia, la cena y cantos como los del grupo Los Negros de San Antonio de Curarigua. Ya bajo techo, todavía quedaba trecho: el de la fiesta armada bajo la guía de don Diego Luis Perdomo en pleno corazón de un pueblo que bailó hasta el amanecer.
El domingo 7 de julio fue una larga despedida. Curarigua los vio partir. Dijo adiós hasta el próximo año a los participantes de la Cabalgata, quienes nunca se van del todo porque siempre hay razones para volver. Quedan las anécdotas, la promesa del reencuentro y el compromiso con la historia. Es la deuda de las generaciones con esta tierra bendita donde provoca volver a nacer.
La tercera restauración
A Rafael Torres lo definen como “curarigüeño comprometido con su terruño y pintor de familia internacional”.
Vecino del templo parroquial Santo Domingo de Guzmán, en sus manos dejaron la tarea de ejecutar los trabajos de restauración, con la asesoría del arquitecto Guillermo Escalona, del ingeniero Jorge Isaías Escalona Torres y el TSU Rafael Fonseca, además de contar con un equipo, con todo el amor puesto en la obra.
Del respaldo económico se encargaron las familias participantes en la tradicional Cabalgata de Curarigua y la Alcaldía del municipio Torres.
Cuenta que el templo del año 1895 ha pasado por tres procesos de restauración. En esta oportunidad, los trabajos comprendieron la cúpula, paredes y solar. “Yo vivo aquí y me duele el estado en el cual estaba la iglesia”, cuenta en el segundo piso de su casa-taller, rodeado de lienzos, pinceles, texturas y colores. Aceptar esta responsabilidad no le resultó fácil. Entregado a la inspiración diaria y al compromiso de la exposición, logró buscar tiempo, medirse en la tarea, reducir costos y lograr el resultado esperado por la feligresía de Curarigua.