“Al nacer mientras todos reían nosotros llorábamos. Vivamos la vida de tal manera que cuando estemos a punto de morir, mientras todos lloren nosotros podamos sonreír” (Dr. Nelson García G.) (QEPD)
Querida amiga Milagros de García: Tu árbol fue fuerte hasta que apareció aquella tormenta umbría, tremenda, insoportable, desenvolviendo sobre aquella fortaleza el manto fúnebre que lo hizo tambalear, el día en que la esperanza se quedó dormida. Hasta el final el sol filtró en sus ramas sus rayos bienhechores, su tronco se debilitó sin disminuir jamás la naturaleza batalladora de su espíritu, tampoco sus raíces dejaron de profundizarse hondo, jamás perdió la ilusión de verse perpetuado en cada uno de sus frutos.
Doctor es un titulo que no todos honran cuando se trata de servir, comprender el dolor y dedicar tiempo a sus pacientes con paciencia y humildad, como lo hacia el doctor Nelson García.
De su dedicación, sus aportes a la ciencia, sus investigaciones, elucubraciones, sueños, su mística, calidez humana, voluntad y amor guarda en sus páginas la historia de la medicina; también su querido Estado Lara, su apreciada casa vieja la Cruz Roja venezolana, el gremio médico y toda la sociedad barquisimetana que lo quiso, lo apoyó y admiró. En el tricolor de su bandera queda grabado con orgullo su nombre de hijo honorable; en el corazón de quienes de él aprendieron, abundantes brotarán sus semillas de fe y de bondad.
Nunca pensamos que el tiempo es implacable, que la ausencia es segura, tampoco pensamos en lo que devora el estío, ni en lo que hiela el invierno. La pérdida, la derrota y la muerte forman parte de la vida. Somos en el universo perpetua sinfonía, florecientes antorchas que arden con vigor y tienen prisa. De la mano del tiempo trotamos buscando soles donde no alcanzamos a poner los ojos, pertenecemos a la hermandad del mundo hecha vínculo, a veces parecemos un agobiado desierto, otras un paisaje habitado por bardos ruiseñores, punzante espina hoy, mañana suavidad de pétalo, libres siempre de enrumbar la proa hacia nuestra estrella preferida, somos irreversibles como el rio, como el viento, como el cielo. No somos ayer ni mañana, somos ahora. Amamos, nos aman, creemos, dejamos de creer y también crecemos, vivimos asomaos a la ventana del vendaval planeando, elaborando sueños de los que vemos el principio, no siempre el final. Por donde nos lleve la vida oramos, esperamos que se cumpla el destino callado y al final nos reciba Dios y nos perdone.
“…Cultivamos el alma como lo único real de la existencia y veneramos el cuerpo como la carroza que lleva al horizonte, sin fecha en el calendario. No se arruga la dobla del espíritu, no se gasta su éter invisible. Así somos los asomados al olvido, puro viento, hasta donde se pierde uno en sí mismo. Se asoma uno al final cuando la tierra suma al mirador de la ventana el vendaval que izó tu vida. Por fin se asoma uno al más allá, cuando tu cuerpo es solo la ceniza del más acá. Así son los asomados: ancestrales maestros de ensueños, huidizos vientos a la vera de la metrópoli, y en la ruta, nadie sabe de esos, que en el tragaluz, cotizan su propio temporal” (Hermoso poema del patriarca Marco Antonio Faillace)
Dormidos quedaremos en el tiempo, tal vez como un huracán de sueños, tupidos, silenciosos, en medio de una selva llena de arrullos y gorjeos, en la orilla de un remanso interminable de chasquidos y recuerdos, como un derrumbe de rayos serenamente posados sobre el bosque, sobre flores de apamate o como centinelas árboles de arrayán , tal vez decida el cielo dejarnos sobre el sudor suave de la tarde que piensa en los frutos que deben reventar en la mañana o formando parte de la composición de un verso espiritual, de una melodía hecha de mármoles eternos, como espíritus sin penas, sin llantos ni crepúsculos y el corazón lleno de constelaciones.
Todos recordaremos al doctor Nelson García García con cariño y gratitud. Descansará por siempre en el silencio que interrumpirá solo la alegría del arpa, el cuatro y las maracas acompañando la canción Caballo viejo, la Tonada de las espigas o un joropito como El adiós que dice: “Por si acaso yo no vuelvo me despido a la llanera. Despedirme no quisiera porque no encuentro manera”…
Paz a sus restos.
Brillantes orlas engalanaron su ocaso
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