Este artículo es inspirado en un memorial presentado a la Cámara del Senado del Congreso venezolano por el senador Jóvito Villalba, el 16 de junio de 1944. En esa ocasión se discutía un proyecto de reforma constitucional patrocinado por el gobierno del Presidente General Isaías Medina Angarita. Cualquier similitud a lo que vivimos casi 70 años después es motivo de reflexión, en que mucho hemos transitado y poco hemos asimilado.
Para el conocimiento de los jóvenes y entusiastas generaciones, el Dr. Jóvito Villalba fue un gran dirigente político, desde muy joven líder del movimiento estudiantil que contribuyó junto con la llamada generación del 28, a derrocar la dictadura del General Juan Vicente Gómez. Inteligente, aguzado, efervescente, profundo, pensador, abogado, fundó el partido URD (Unión Republicana Democrática). Estaba convencido que desde 1936 ya los venezolanos estábamos capacitados para ejercer el más importante atributo de su soberanía democrática, y que inspirados en lo que otras naciones habían logrado por su triunfo de la causa aliada sobre las potencias totalitarias, probaba que no existía ningún obstáculo, jurídica o políticamente valedero, a la promulgación de que el Poder Público debe derivar su autoridad del libre mandato del pueblo soberano. Que ese poder no debe seguirse concentrando casi por entero en las manos del Presidente de la República, sino en los tres establecidos: Legislativo, Judicial y Ejecutivo, Y menos en forma de dudosa procedencia eleccionaria, cuando los resultados de una elección inundarían de dudas sobre a quién verdaderamente había favorecido el pueblo. La Nación carecería de un verdadero gobierno democrático, generaría el caos, retrasaría el progreso.
Por ello defendió el voto directo de la ciudadanía como un avance en la vida política de nuestro país. Pero sus efectos ulteriores dependen principalmente del régimen electoral que la Ley sancione para su práctica. La representación de sus integrantes debe ser esencialmente neutral, sin parcialización por ningún partido, ni favorecedor público o encapuchado de alguna de las candidaturas, de allí la tremenda responsabilidad de los Cuerpos Legislativos (AN) en la elección de los miembros del Consejo Nacional Electoral. De ellos dependen que esta fundamental conquista democrática no quede en gran parte frustrada.
La connotación histórica de hace casi siete décadas, es que se estaba estableciendo la aspiración del voto libre, universal y secreto, podrían votar los analfabetos y las mujeres venezolanas para quienes estaba vedado éste derecho. Pero al mismo tiempo se abría una interrogante: ¿Qué garantizaría se respetara la verdadera voluntad del pueblo? La honestidad.
Allí desempeñan los partidos políticos un significativo papel de vigilancia en la transparencia de todo el proceso electoral, desde el momento en que se decretara la campaña para impedir los ventajismos, sobre todo del sector oficialista, las zancadillas o triquiñuelas en la selección de los representantes que integrarían las mesas electorales, y en el sublime día de las votaciones y el conteo manual de los resultados. Para Jóvito no podría existir otra forma más correcta que el conteo manual y vigilado de los votos. Cualquier artefacto moderno que para ese entonces también se sugirió como fueron las máquinas sumadoras, sería una aberración al sentimiento del elector. Y esto es un principio de respeto.
Convicencia en democracia (I)
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