Presidente egipcio dice que no renunciará

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Con su destino pendiendo de un hilo, el acosado presidente egipcio Mohamed Morsi prometió el martes que no renunciará, horas antes de la fecha límite para ceder a las demandas de millones de manifestantes o enfrentar el ultimátum de los militares para suspender la constitución, desmantelar el Parlamento e instalar un nuevo gobierno.

El líder islamista exigió que las poderosas fuerzas militares retiren su ultimátum, al decir que rechaza todas las imposiciones, sean nacionales o extranjeras. En las calles, la sensación de que ambos bandos están listos para luchar hasta las últimas consecuencias se acrecentó, con choques entre sus simpatizantes y oponentes que provocaron la muerte de al menos siete personas.

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En un emotivo discurso a la nación transmitido en vivo por la televisión estatal, Morsi, quien asumió el poder hace un año como el primer presidente elegido en comicios plenamente libres, prometió proteger su «legitimidad constitucional» con su vida. Acusó a los funcionarios leales a su autocrático predecesor Hosni Mubarak de aprovechar la actual oleada de protestas para derribar su régimen y boicotear la democracia.

«No hay sustituto para la legitimidad», afirmó Morsi, que por momentos levantó molesto la voz, alzó su puño en el aire y golpeó el podio. Advirtió que le legitimidad electoral y constitucional «es la única garantía contra la violencia».

La desafiante declaración de Morsi demostró que él y su Hermandad Musulmana están dispuestos a correr el riesgo de desafiar al ejército. También consolida las líneas de enfrentamiento entre sus partidarios islamistas y los egipcios enojados por lo que ven como sus esfuerzos para imponer el control de la Hermandad Musulmana y sus fracasos al hacer frente a los múltiples problemas del país.

La crisis se ha convertido en una lucha sobre si un levantamiento popular puede revocar el veredicto de las urnas. Los opositores de Morsi dicen que ha perdido su legitimidad debido a sus errores y abusos de poder y que la presencia multitudinaria en las calles durante los últimos tres días muestra que el país se ha vuelto en su contra.

El martes millones de jubilosos opositores a Morsi entonaron cánticos y llenaron la histórica plaza Tahrir de El Cairo, así como avenidas adyacentes a dos palacios presidenciales en la capital y las principales plazas de las ciudades a lo largo y ancho del país. Después del discurso de Morsi, estallaron en indignación, golpearon las vallas metálicas para hacer alboroto, y algunos elevaron sus zapatos en el aire como señal de desprecio.

«Fuera, fuera», gritaban.

Morsi «no entiende. Nos llevará hacia el derramamiento de sangre y la guerra civil», dijo Islam Musbah, un manifestante de 28 años sentado en la acera frente al palacio Ittihadiya, mientras apoyaba abatido su cabeza en la mano.

En medio de las tensiones, al menos siete personas murieron en tres choques distintos entre partidarios de Morsi y opositores en El Cairo, según un hospital y funcionarios de seguridad que hablaron bajo la condición de anonimato por no estar autorizados a dar información a la prensa. Las fuentes no entraron en detalles.

Desde el domingo, cuando se realizó una manifestación masiva por el aniversario de la toma de posesión de Morsi, han muerto 23 personas.

 

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