Una de las lecturas que más me impactó en mi época de estudiante de Derecho en Caracas, fue un libro autobiográfico escrito por Miguel Ángel Capriles Ayala, cuyo título tomo hoy para este artículo. En él, el conocido hombre público narraba el largo y espinoso periplo de su vida, con muchas de sus vivencias y vicisitudes elucubradas en su ascendente carrera como empresario, desde su inicio como modesto vendedor de periódicos, hasta su encumbramiento en 1948 como el mayor accionista de ese gran emporio comunicacional que constituía y todavía subsiste, conocido como la Cadena Capriles, y que por ende, lo proyectó como polémica y relevante figura pública de gran peso en el ámbito económico y político del país. Mi impresión por esa lectura no devino de su valor literario propiamente dicho, sino de la admiración que despertó en mí ese inmenso espíritu de superación que el autor dejaba traslucir en su sencilla y amena obra y que yo consideré ser el resultado de la una fuerza de voluntad y un inquebrantable tesón, comportamientos éstos, entre otros, que por su gran carga de fe, suelen incentivar el espíritu y tienden a conducir a la persona al logro de los objetivos ambicionados, al éxito perseguido.
Atribuyo mi interés por la lectura referida al hecho de que, como estudiante venido del interior a la capital, aterricé, valga la expresión, en la zona donde se levantaba la inmensa mole, para su época, de La Torre de la Prensa, cuya altura se hacía más ostensible por estar rodeada en su mayoría de los restos de la zona colonial que comprendía esa parte baja de la Parroquia San José, concretamente entre las esquinas de Trinidad y Panteón, construcción ésta que competía en altura con El Panteón Nacional. Hablo de la época del ’60, Belle Époque de una Caracas más humana, más habitable y, sobre todo, muy segura, que lucía aún como galas las magníficas obras construidas durante la gestión de la recién caída dictadura de Pérez Jiménez en su cuestionada política de cemento armado. Las parroquias de San José y La Pastora, entre otras, conservaban muchas de sus casas coloniales aún en buen estado y algunas familias aprovechando su céntrica ubicación, arrendaban habitaciones preferiblemente a estudiantes.
Como referencia anecdótica cuento que, siendo ya abogado, acudí en cierta oportunidad a la jefatura de San José en busca de una partida de nacimiento, y al consultar los índices me sorprendió la cantidad de inscritos con el nombre de Miguel Ángel. Al preguntarle a la escribiente la razón de ello me refirió que muchas madres escogían ese nombre por el referido personaje de la prensa escrita. De seguidas me instó a que consultara el año ’58, para que constatara la gran cantidad de inscritos con el nombre de Wolfang, en alusión al Oficial de la Marina que a raíz de la defenestración de Pérez Jimenez había ocupado la presidencia. Confieso que me partía el alma ver en la zona a niños pregoneros a altas horas de la noche, durmiendo en las aceras aledañas a la Torre. Tal sentimiento lo recogí en una sencilla poesía: …” El niño que duerme/tirado en la acera/de la gran ciudad/esperando ansioso/que la rotativa/de un Diario famoso/imprima las hojas/con nuevas noticias/que ha de pregonar/….”
Pues bien, esa referida cadena de medios impresos se creció con el tiempo, y la inconformidad de su Director, obviamente se trasmitió a sus descendientes quienes continuaron su obra, constituyendo actualmente el principal consorcio de medios impresos del país. El tiraje de uno solo de sus diarios de circulación nacional, alcanza los fines de semana hasta 280.000 ejemplares y luce hoy como sede, en la zona de La Urbina, en Caracas, una nueva Torre de la Prensa concebida con visión futurista para abarcar plataformas distintas, incluso de operaciones multimedia tendentes a la captación del interés de las nuevas generaciones, cuya displicencia por la prensa escrita es cada día mayor.
Ahora bien, todo este recordatorio viene al caso, por cuanto, según recientes noticias, la referida cadena comunicacional fue vendida por la nada insignificante suma de 140 millones de dólares, hecho inaudito en un país con control de cambio. Tal operación ha generado gran inquietud en los sectores democráticos del país, dado a que, para la fecha en que escribo estas notas, aún se desconoce el nombre de sus compradores, inquietud que se traduce en un hondo temor de que ese emporio periodístico caiga también en manos de sectores afines al oficialismo y ello se traduzca en mayor control de los medios, y como consecuencia, en detrimento del libre pensar y disentir.
Memorias de la Inconformidad
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