Por la puerta del sol – Astuto y hábil uso político de las palabras (II)

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El mejor reflejo de la imagen del hombre que  gobierna se encuentra en sus discursos, sus palabras  señalan la escuela en que fueron forjados sus principios, en sus ojos se puede ver el retrato de su alma, en sus modales  su humildad o su arrogancia, en sus acciones la evidencia de sus capacidades o de sus incapacidades. Todas las palabras  utilizadas en el tejemaneje político tienen sus momentos de aceptación  y también el de su rechazo.
Cada quien defiende su verdad o su mentira. El trabajo del Sofista es el de saber llegar a la gente. La riqueza de un discurso, la belleza de las palabras, la elocuencia y persuasión bien llevadas  atrapan. El oficio de la retorica es el de llegar al oyente y persuadirlo  sea de lo justo o de lo injusto, es tener la capacidad de hablar a la gente instruida que sabe y al mundo ignorante, cuyo hechizo se cimenta en lo que cree, por tal razón para atraerlos el sofista necesita convencerlos  o educarlos mediante el uso hábil de sus palabras. “El hombre es la medida de todas las cosas: de las que son y de las que no son” Esta expresión según el principio filosófico de  Protagoras se refiere al ser humano cuando tiene que enfrentar al mundo que lo rodea. La rica oratoria de Bolívar no necesitaba acudir a cuentos de pajaritos que revolotean, ni copiar modelos rancios para demostrar que el suyo era el mejor para el pueblo, la inteligencia destacó su genialidad sin par, sabía y estaba capacitado para ser hombre de Estado. Su discurso iba desde la gratificada amistad hasta el más hinchado odio, persuadía a quienes lo escuchaban, iba de la sobriedad del escrito a la altitud mental con verdadera sabiduría y calidad. Tenía del orador la simultaneidad del pensamiento con la palabra, su verbo era caudaloso, rico, persuasivo, grato, su memoria prodigiosa, fue un lector dedicado, evocador de recuerdos. La conciencia de su altura y quijotismo al hablar fue entre otras su mejor influencia. Desde los cuadros dantescos de las cruentas luchas hasta la majestad del discurso de Angostura, sus delirios, la interpretación del sentimiento del pueblo, sus arengas y proclamas nada, absolutamente nada tienen que envidiar a los mejores de la historia y del mundo.
Gorgias es el padre de la sofística antigua. Junto con otros grandes hizo del saber una profesión impartiendo lecciones de discursos y oratoria, a los jóvenes de la clase dirigente que pretendían dedicarse a la política.
Los sofistas enseñaban el arte de pensar, de hablar y de obrar. Su fin era el de preparar para la vida pública los oradores, administradores y hombres de Estado. Ellos fueron los primeros en situar los problemas del ser humano en el centro de la reflexión filosófica.
En esta pelea de conceptos, de normas y prohibiciones, de lo que debe o no debe ser, del juego de las palabras que roban lo sano y pulcro de la verdad y de la mentira, supo Gorgias utilizar con osadía la retorica para desconcertar la muchedumbre y ponerla a pensar acerca de sus enseñanzas. Fue muy hábil en eso de imaginar evidencias hechas para probar lo contrario. Para este filósofo no hay verdad absoluta sino sólo opiniones.
La filosofía no ha dejado de cumplir su función importante y destacada en este mundo dominado tanto por la razón como por el azar. El profesor Gabriel L. Carreño recuerda que no debe olvidarse el poder que tienen las palabras y el uso impropio que hacen las viudas de regímenes totalitarios en todos los tiempos.
Cuando llegan los sofistas al gobierno no disimulan su soberbia y el dominio de la fuerza que les da el poder, se creen únicos, irremplazables, semidioses como lo hizo recientemente Cristina Kirchner al dirigirse al pueblo y decirle con su cara dura: “Hay que tener temor a Dios y a mí un poquito…” o como aquí otro expresara ante el reclamo del pueblo que no consigue ni lo elemental para el aseo personal, cuya respuesta irrespetuosa fue: ¿Quieren tener patria o papel higiénico? Ganar una corona es fácil, lo difícil es merecerla y llevarla con honor y humildad.
La filosofía dio un giro hacia lo antropológico y anti dogmático. Empezó la defensa tanto del bien como del mal, de la verdad como de la mentira.
Aquí los nuevos sofistas nos apalearon la gloria ganada con honor, pero no han podido amilanar el alma ni derrotar nuestra valentía. Los demócratas convencidos y leales a la patria seguiremos luchando hasta que se imponga la verdad que sepultó en su pantano la mentira.
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