In Memorian
Ricardo García de Longoria
Por la coincidencia en el tiempo, en el ejercicio de responsabilidades gremiales desde la Asociación de Profesores (Apuco, en aquel entonces) y de la Federación de Asociaciones de Profesores Universitarios de Venezuela (Fapuv), con la gestión rectoral de Ricardo García de Longoria, al momento de compartir criterios en la conversación académica cotidiana y en la tertulia cálida que recrea la amistad, es posible aventurar razones que puedan o no ser compartidas, pero igualmente entendidas como una especie de pequeño tributo personal que honra una relación que trascendió lo institucional como tal, al mantenerse en el tiempo.
El capítulo que corresponde a la historia de la UCLA en ese período de su desarrollo institucional, fue enriquecido con los testimonios y la visión que aporta el amigo Reinaldo Rojas, quien tuvo a su cargo escribir la versión más reciente, con motivo de los 50 años del Alma Mater larense, sin que ella se agote en la totalidad de hechos y testimonios por reconstruir.
Lo que acá comentamos, es parte del mismo contexto, pero desde la perspectiva política del país y la conflictividad gremial que se generó en aquel momento, cuya periodización histórica lo ubica entre 1985 y 1994. Al término de la gestión gubernamental del presidente Luis Herrera, al asumir el presidente Jaime Lusinchi, siendo Luís Manuel Carbonell, Ministro de Educación, se produce la designación de Ricardo García de Longoria, como nuevo rector de la Universidad Centro Occidental. La larga lucha en torno a la autonomía y el derecho a elegir sus autoridades, llevó a la APUCO a protestar tal designación y declararse en conflicto. A Ramón Zamora y mi persona, nos tocó viajar a Caracas, al Ministerio, a una entrevista con el titular, cuyo nombramiento ya estaba en Gaceta Oficial. En el trayecto conversamos acerca de la estrategia a seguir y la propuesta: Su aceptación pasaba por asistir a una Asamblea General y que fuera esta instancia la que decidiera. Hablamos de junio de 1985.
La visión política de García de Longoria se puso de manifiesto. Aceptó y le pusimos fecha, solo que previó el tiempo mínimo y necesario para organizarla con el apoyo de los sectores de docentes afectos al bipartidismo de aquel entonces. Sin lugar a dudas uno de los hitos más relevantes en esa trayectoria. Allí se forjó el compromiso por la democratización de la universidad. Proceso gradual que se adelantó en los años subsiguientes, como objetivo político compartido, y que culminaría con el Reglamento General que se aprobó el 29 de octubre de 1992.
Asimilable su personalidad y el rol que jugó, en una coyuntura que se inscribe en la denominada “década perdida” para América Latina y la imposición de las medidas de ajuste neoliberal, con todas la consecuencias que significó para el país, en todos los órdenes. Contribuyó con la Fapuv a promover el diálogo y a tender los puentes necesarios con los representantes de la OPSU, del CNU y del propio ministro de Educación, en la conformación de espacios para la búsqueda de solución a los conflictos. Esa imagen como referente, tal vez llevó a uno de sus amigos: Iván Olaizola, a señalarlo como “ex presidente de Fapuv”, al momento de anunciar por la red social su desaparición física.
En medio de las diferencias políticas y los desencuentros, sabía manejar con acierto el buen humor, como ingrediente de distensión. En ocasión de la marcha universitaria realizada en Barquisimeto, organizada por la Apuco y la invitación a encabezarla (no dudó y así lo hizo), de Eliézer Meléán, directivo de la APUC, surgió la siguiente aseveración: Longoria es el único Rector que se puede dar el lujo que se lo disputen dos universidades: la de Carabobo por que se quede aquí, y la de Barquisimeto porque se vaya. Ricardo solía repetirlo con hilaridad.
Mezcla de negociador nato y de visionario político, asumiendo, dentro de la distintas acepciones, que un operador político «es aquél que tiene la capacidad de articular acuerdos políticos o políticas puntuales por sobre los roles institucionales y capaz de manejar poder informal, pero con contacto con el formal, para solventar problemas», de cara a la realidad universitaria actual, bien pudiera considerársele: “el último operador político”.