Luego de entregarse a Polilara, Eduardo Antonio Gudiño González contó, sentado en un sofá en la comandancia de ese cuerpo de seguridad, cómo fue la relación con su mujer y cómo la mató.
Se veía tranquilo, no irradiaba preocupación, miedo ni impotencia por estar preso. Hablaba sereno, sin apuros. Expresó su arrepentimiento en todo momento y siempre aceptó de manera absoluta su culpa.
Comentó que conoció a Belkis en diciembre, ella estaba terminando una relación amorosa y se sintió muy atraído por ella. Comenzó a cotejarla hasta que logró conquistarla y al poco tiempo se fue a vivir junto a la dama en el rancho de Romeral III.
Agregó que al principio la relación iba bien, pero después de un tiempo Belkis cambió. “Ella comenzó a salir con otras personas, la llamaban por teléfono, le dije que si ya no me quería me iba, pero ella nunca me respondió nada, los amigos me decían que la dejara, que era lo mejor, pero yo no hice caso y seguí a su lado”.
Gudiño González dijo que cuando conoció a Belkis, dejó de ir a la iglesia evangélica y comenzó a dedicarle ese tiempo a la mujer. “Yo estaba asistiendo a las oraciones, tal vez si hubiese vuelto esto no habría ocurrido, pero ya pasó y debo afrontar la realidad”.
Negó sentir miedo y fue firme al decir que ahora debía asumir las responsabilidades de su error con las autoridades. “Estuve escondido donde un amigo, pero luego hablé con mi familia y les dije que había decidido entregarme, y lo hice”, comentó.
La entrega
En horas de la mañana una comisión de Polilara llegó al sector Romeral III de Tamaca para tratar de ubicar a Gudiño González. Se corrió el rumor de que se había suicidado.
Los policías comenzaron a buscar el cuerpo a través de una extensa planicie que está entre Romeral III, Yucatán y La Sábila, pero nunca hallaron el cuerpo. En horas del mediodía entraron a la propiedad privada Asociación Civil Alí Primera del Sur, donde el hombre salió de una vivienda y se entregó sin resistencia.
Fue esposado por los policías y subido a la unidad de patrullajes. Sus familiares y amigos lloraron desesperadamente su aprehensión.
