Oriunda de Las Palmitas, parroquia Tamaca, Ana Paulina de Gómez, en el marco de su cumpleaños número 89, compartió su aprendizaje de toda una vida como educadora con el equipo de EL IMPULSO. Con una lucidez y entusiasmo propios de un espíritu joven, la antigua maestra de primaria relató cómo fue criada por su abuela materna luego de quedar huérfana de madre al nacer, y de perder a su padre a la tierna edad de cuatro años. “Quizás Dios lo dispuso así para que yo aprendiera a vivir mejor, porque nunca me faltó amor. Y si tuve carencias económicas, para nada me afectaron, pues tuve unos abuelos maternos que nunca hubiera cambiado por nada del mundo”, aseguró, aunque acotó que la llegaron a idealizar como nieta, al punto que le perdonaban lo que no debían.
Una niña precoz
“Pienso que aprendí a leer con EL IMPULSO”, dijo, explicando que a casa de sus abuelos llegaba un panadero que entregaba el pan envuelto en papel periódico que era precisamente el de este medio impreso. “No había maestros, ni escuelas. Pero yo estaba loca por la lectura, y de la noche a la mañana comencé a leer de una manera que aún desconozco”, señaló sorprendida, aclarando que como muchos otros niños que aprenden primero a leer, tuvo dificultades para adquirir la habilidad de la escritura. “En mi comunidad todos eran analfabetas y un día alguien llegó al pueblo y al ver que yo leía, recomendó que me sacaran del campo. Así, contra viento y marea, mi familia se marchó de aquel lugar impulsada supuestamente por mi condición”, relató.
De esta manera llegó a Barquisimeto, donde se extravió muchas veces al buscar escuelas por su cuenta. En una de esas incursiones, encontró el liceo municipal Lucrecia García, ubicado en lo que ahora es el Hotel Príncipe, luego de seguir a otra niña que vivía cerca de la casa de sus abuelos. “La seguí sin permiso de mi abuela, porque me gustaba mucho el vestido que llevaba”, precisó riendo. En ese plantel fue aceptada, pero como su abuela no tenía dinero para costearle los estudios, los maestros se encargaron de que la Cruz Roja la mantuviera.
“Me vistieron y calzaron mientras estudié allí, pero empecé a quedarme dormida en clase porque ya sabía lo que impartía la maestra de primer grado. Entonces me pusieron en manos de la hija de la profesora de segundo grado, Glorinda Dalas Salas, quien me enseñó a escribir, entre muchas otras cosas”, expresó con satisfacción, recordando que con sólo cinco años de edad había llegado a tercer grado, pero su rápido avance fue obstaculizado porque entonces no se consideraba normal que una niña tan pequeña estuviera tan adelantada. “La gente afirmaba que era algo malo”, dijo, resaltando que con Mercedes Melo de Mendoza aprendió la regla de tres y a resolver ecuaciones, cosas que ahora imparten en bachillerato.
Ávida lectora
Enganchada desde muy joven en la poesía y capaz de recitar de memoria muchos versos, la educadora afirma leer todo lo que cae en sus manos, incluyendo los crucigamas publicados en el diario EL IMPULSO, aunque en lo referente a la docencia se inclina mucho por los libros de psicología infantil. Siempre ha sentido también una gran pasión por las plantas y la jardinería, otros temas sobre los que lee ávidamente. “Cuando se trata de seres vivos, no puedo diferenciar entre una persona, un animal y una planta”, comentó, insistiendo en su especial preferencia por los miembros del reino vegetal, de los cuales está rodeada abundantemente en el patio de su casa en el oeste de Barquisimeto, la cual terminó de pagar con la mitad de las prestaciones que cobró de acuerdo al decreto que había emitido Carlos Andrés Perez en 1978.
Importancia de rectificar
“La gente me busca para consultarme, y es un gran compromiso frente a la sociedad, aunque suelen preguntarme cosas elementales de mi propio yo, sobre las cuales no puedo falsear nada”, reveló, destacando la importancia de admitir cuando uno se equivoca y rectificar. “Me he equivocado mucho en todos los aspectos de la vida, pero estoy viva para buscar la manera de enderezar las cosas”, añadió.
Vocación de educadora
La antigua profesora de primaria habló acerca de sus inicios en la profesión en la escuela municipal Trinidad Morán, ubicada en la carrera 22, entre calles 24 y 25, en Barquisimeto.
“Sólo tenía once años cuando empecé a dar clases. En aquella época no se miraba la edad. En julio de 1936 finalicé el sexto grado y en septiembre de ese año inicié mi labor docente en esa escuela, donde tuve alumnos mayores que yo”, indicó, atribuyendo esta primera oportunidad profesional a un inspector de apellido Maduro, quien trabajaba en el mencionado plantel y que tras hablar con su abuela, se percató de la gran habilidad para enseñar de la joven Ana Paulina. “Luego me trasladaron a una escuela estadal, pero el gobierno de Marcos Pérez Jiménez me botó, porque no me sumé a las vagabunderías de la dictadura”, resaltó. Confesó haber contraído matrimonio muy joven con un hombre a quien adoró. “Lamentablemente ya falleció y no supe amarlo.Tuve seis hijos con mi marido, de los cuales dos murieron al nacer”, declaró, comentando que actualmente la acompañan tren hijos varones, el menor de ellos también educador retirado, mientras que su hija, quien vive en Caracas, la visita siempre.
Durante el alejamiento de las escuelas a la que la sometió el periodo perezjimenista, doña Ana debió recurrir a la ayuda de terceros para perfeccionarse en mecanografía y secretariado ejecutivo para poder conseguir empleo, y llegó a lavar botellas en la Cervecería Caracas cuando estaba en estado de su quinto hijo. Afortunadamente el jefe de esa empresa se dio cuenta de su formación, y la educadora pasó a elaborar facturas y desempeñarse como secretaria privada, y justo cuando ganaba incluso más que como maestra de escuela, cayó el régimen de Pérez Jiménez.
“En 1958 me llamaron nuevamente del Ministerio de Educación, y aunque iba a ganar menos, no dudé en volver a enseñar, porque era lo que quería. Trabajé 42 años más como educadora”, relató. Durante ese periodo se graduó de normalista en mejoramiento profesional y hasta la fecha se sigue formando. “Actualmente hago un curso de teatro y practico baloncesto y boliche en el parque Luis María Castillo con un cubano que es un gran profesor. Soy su ídolo porque soy la mayor”, dijo con alegría.