La ludopatía, aunque generalmente es considerada una adicción, en realidad es una compulsión ya que la base del problema de los ludópatas es la falta de control sobre los impulsos, en este caso el de jugar.
En esta categoría entran, por ejemplo, la piromanía, la cleptomanía, o las compras compulsivas. Los ludópatas tienden a apostar de forma apremiante en los juegos de los bingos, casinos, máquinas tragaperras, carreras o cualquiera que suponga una emoción.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) la define como una “enfermedad crónica”. Es decir, que quien sufre la ludopatía la padecerá siempre. El ludópata deberá mantener una serie de hábitos que eviten las recaídas en el juego, así como, evidentemente, la exposición a su impulso.
Esta enfermedad puede hacer que quien la padezca se arruine, incluso arrastrando a su familia, conllevando un problema no sólo económico sino psicoemocional y social.
Síntomas para reconocer la ludopatía
La ludopatía es una enfermedad que difícilmente reconoce padecer quien la sufre. Si tiene sospechas de padecerla usted o algún ser querido los síntomas para reconocer a un ludópata son los siguientes:
Necesidad de jugar para evadirse de problemas o sentimientos de tristeza, enfado o ansiedad.
Perder más dinero del que puede permitirse teniendo que pedir prestado.
Irritabilidad o ansiedad si no puede jugar o si intenta jugar menos.
Varios intentos fracasados de dejar el juego.
Necesidad de apostar cada vez cantidades mayores para aumentar la excitación.
Tener pensamientos constantes sobre volver a jugar o sobre cómo conseguir más dinero para apostar.
Pérdida de trabajos o de estudios para jugar, incluso relaciones importantes como parejas e hijos.
Tratamiento para la ludopatía
La ludopatía se trata básicamente con técnicas psicoterapéuticas conductuales para intentar modificar el impulso de jugar. Existen también grupos de apoyo y autoayuda para ayudar a combatir la adicción.
También se están haciendo estudios y pruebas para tratar la ludopatía con medicamentos. Los primeros resultados son buenos con antidepresivos y los antagonistas opioides (Naltrexone) aunque estos estudios aún no son concluyentes.