Maduro se inaugura sin convocar al diálogo, ni a la unidad nacional, la reconciliación, sino engorilado, tomando medidas autoritarias, cuya expresión inmediata fue la prohibición de una conquista histórica de la humidad, el derecho a la manifestación, a la protesta, desató la represión por intermedio de la Guardia Nacional Bolivariana, Policía Nacional Bolivariana y el Ejército Nacional Bolivariano, encarcelamiento de los ciudadanos que reclaman el reconteo de votos, la criminalización de la protesta, vulgares y exageradas amenazas a los canales de TV, el atropello físico, político contra los derechos democráticos, la amenaza de encarcelamiento a los dirigentes de la MUD y al extremo de querer encarcelar al candidato de la democracia, a Henrique Capriles.
Maduro y su combo, siempre reactivo, responden y actúan como si estuvieran amenazados, perseguidos, culpables, siempre con una agresividad en los gestos, en la cara, en los labios, en las manos, en las acciones físicas y discursivas, siempre peleando, insultando, buscando degradar, arrinconar al otro, dividir, siempre una tormenta, un escándalo, enfrentando uno contra otros, sin dar tregua, ni ceder espacios para el dialogo, siempre acusando a otro del desastre económico. No dejan oír, ni ver, para esconder sus responsabilidades, en donde un escándalo es tapado con otro más grande.
Ciudadanos que fueron privados de su libertad por rebelión, terrorismo, instigación a delinquir, agavillamiento, expresión clara de la utilización de artículos aprobados años atrás con la intención de criminalizar la protesta objeto de “mantener en orden al país” les falta imputar a los ciudadanos por “porte ilícito de cacerolas”.
En empresas del estado, gobernaciones, ministerios y el exabrupto inconstitucional de Diosdado Cabello en la Asamblea Nacional confrontan a los ciudadanos preguntando si votaron por Maduro o si reconocen a Maduro, saben y sienten que la pérdida de votos fue más allá de lo anunciado por el CNE, así lo perciben, así lo viven, por eso la respuesta es la retaliación, la venganza, el acoso, la persecución, anuncian la limpieza total de todos aquellos que no votaron por Maduro. Capriles los tiene locos, dejando en su desespero.
El caso de la gobernación del Zulia, el ministro de Vivienda y Hábitat Ricardo Molina, en un video diciendo “a mí no me importa en absoluto lo que digan las normas laborales, yo no acepto que hablen mal de la revolución”.
Es todo un poema un presidente recién electo declarando que no se reunirá con la otra mitad del país, que nunca habrá dialogo con la oposición y con otras acciones muestra el más feo rostro de la intolerancia. Mientras tanto, seguiremos clamando por respeto a la persona humana, por mejor calidad de vida, capacidad y eficiencia, la apertura y construcción de puentes y espacios para el dialogo abierto y una disposición nacional, a la reconciliación de los venezolanos y búsqueda de soluciones reales y recordarles que queremos vivir en paz y prosperidad.
Retaliación, venganza, acoso
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