Uno de los supuestos sobre los cuales descansa cualquier gestión organizacional, plantea la necesidad de establecer prioridades en términos de objetivos a lograr, vista la existencia de recursos escasos y necesidades crecientes, como bien establece aquel apotegma económico. Para un gerente público, en condiciones normales (que pareciera no ser, tristemente, nuestra realidad venezolana), este imperativo de identificar claramente las prioridades en materia de objetivos y sobre todo de asignación de recursos o desarrollo de actividades determinadas, adquiere una importancia suprema, dado el interés y finalidad que persigue la acción de un Estado, y obviamente el de la Administración Ejecutiva que le sirve de instrumento: el bienestar colectivo, el desarrollo social, económico y cultural de una comunidad, elevada calidad de vida, en definitiva, el bien común, ciudadano y republicano.
Pero lamentablemente, en este intento de gobierno que ha superado ya la barrera de 14 años, en sobrevenida, accidentada, sospechosa y entredicha continuidad, esa noción de lo prioritario aplicado a la gestión de lo público, no sólo se ha ignorado y soslayado, sino que se ha contravenido a niveles preocupantes e irresponsables, con un saldo negativo y resultados que, tristemente, explican este cuadro de inflación desatada e indetenible, desconcierto, escasez, desconfianza generalizada, anarquía, incertidumbre sobre el funcionamiento institucional del Estado, y sobre la aplicación de políticas públicas que han sido más hijas tempestuosas de la improvisación y el azar, que de la planificación y la consideración del mejor interés y beneficio para nuestra nación.
Maduro lleva en el ADN de su gobierno el signo de la paradoja. Su presencia interina inicial tuvo más de unción forzosa y coyuntural que de apego a la Constitución. Su triunfo huele mas a duda y sombrío abuso institucional que a legitimidad electoral. El titubeo es su bandera. El “recule” su único argumento. Un día prohíbe la venta de medicamentos a no ser que se exhiba un récipe, y entre el escándalo, la incredulidad y la locura, a los días debe “suspender” la medida. En la mañana llama a los empresarios a trabajar por Venezuela, a invertir, a sentarse en mesas de diálogo, y en la tarde los acusa de acaparadores, oligarcas y hambreadotes del pueblo. Hoy dice que va a entregar los dólares, que va a saldar las deudas en divisas con el SICAD para que pueda reducirse la escasez, y mañana el bigote le tiembla hablando de “guerra” económica, de conspiraciones y complots contra la República. Un día reconoce la existencia de crecientes casos de H1N1, y al otro se niega a revelar la estadística de casos para no “crear alarma”. En un minuto encarcela a un ciudadano norteamericano y habla de un plan conspirativo post-electoral, y al otro manda a Jaua a tomarse una foto con el Secretario de Estado Kerry, y libera al señor Tracy, sin mayores comentarios.
Tengo la firme convicción de que en el gobierno, debe existir una unidad, una dependencia secreta con todos los recursos financieros, tecnológicos y el arsenal ideológico “socialista”, cuyo objetivo es el inventarse una forma cotidiana de fregarle la paciencia a los venezolanos, una manera de crear medidas, leyes, decretos, propuestas, acusaciones, culpas, y otras emplumadas ocurrencias del más allá o del más acá, para llevar cada día, su propio registro en el “estupidómetro”, para romper a cada instante, militante y socialistamente, el récord de la imbecilidad.
Ahora les ha dado por prohibir, restringir, controlar, limitar, censurar, desalentar el uso de teteros y fórmulas lácteas en el proceso de alimentación de recién nacidos. La bizarra idea es promover una cosa, pero destruyendo otra. No se trata de fomentar la lactancia materna como una forma saludable y necesaria no sólo la salud y formación del bebé y su vínculo con su mamá. No. Se trata de censurar a quienes, por alguna razón o circunstancia, no pueden darle de amamantar a su hijo o hija, restringiendo el uso de teteros o biberones. La sutil restricción deviene control estatista sobre la libertad individual y familiar.
Así está el país. Así define el gobierno sus prioridades y urgencias Cierro los ojos y me imagino una muchedumbre de infantes y neonatos en pañales y monitos azules y rosados con pancartas y letreros. Y esa frase que jamás pensamos que podíamos siquiera imaginarnos en semejante protesta infantil. Con mi tetero no te metas.
@alexeiguerra
Capitalismo Lunar Con mi tetero no te metas
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