Sin tregua
En tiempos del “Socialismo del siglo XXI”, la Universidad venezolana atraviesa uno de sus más negros momentos. Por encima de las lenguaradas populistas que el “gobierno” expele para maquillarse las arrugas a propósito del tema, lo cierto es que la educación superior pública ha sido cercada, apaleada y languidece por falta de oxígeno, por asfixia artificial provocada.
¿Por qué un gobierno debería emprender un ataque tan brutal, constante, premeditado y alevoso como el que sufren las Universidades en nuestro país, con el objetivo de reducirlas a su mínima expresión? La razón fundamental es política: los gobiernos de Hugo Chávez y ahora el de Maduro – en el fondo el mismo parapeto – han pretendido controlar la sociedad de cabo a rabo, única manera de imponer es disparate ideológico llamado “socialismo” del siglo XXI. Controlar poderes públicos, controlar sindicatos, controlar ONG´s, controlar el pulso, el colesterol y los sueños de la gente. Sumo y sigo: controlar el pensamiento, controlar la prensa, controlar los resortes que hacen de un país esa fabulosa abstracción fraguada entre individuos que le dan vida.
Las Universidades venezolanas, hoy por hoy, luego de 14 años de pedradas, gas del bueno y locuras oficialistas mantienen su dignidad intacta. En ningún momento fueron títeres del Ejecutivo Nacional, nunca inclinaron la cerviz ante pretensiones de imposición ideológico-partidista por sobre la razón y misión, sagrada, de toda institución universitaria que se respete: generar conocimiento, formar profesionales, construir progreso, representar el futuro.
Lo anterior explica la patética radiografía actual de la universidad venezolana. Si no pudieron ser manipuladas, si no pudieron ser tomadas desde adentro mediante elecciones – el oficialismo recibe una paliza cuando las hay -, entonces llovieron agresiones y sufrió un criminal cerco económico dirigido a destruir su autonomía, su capacidad de acción por falta de insumos, su presencia como institución librepensadora gracias a la asfixia en cualquiera de sus flancos. Así, las Universidades se desplomarían, se desnaturalizarían perdiendo peso específico y quedando en brazos de la inercia. En cuestión de poco tiempo morirían de inanición: tales son las sumas y las restas gobierneras por algo el sistema paralelo de Universidades, inventado ya desde hace tiempo por los victimarios, saltó rosadito, rozagante al escenario nacional.
Resulta prácticamente imposible producir, mantener el ritmo de trabajo, innovar, imaginar y emprender soluciones, hacer ciencia, crear, bajo el clima económico y político que intenta desgarrar a nuestras Universidades públicas. La Universidad venezolana lo ha logrado pese al estrangulamiento. La UCLA, UPEL y Unexpo y el núcleo de Arquitectura de la UCV, solo por nombrar las que tienen asiento en nuestro estado Lara, con uñas y dientes publican libros, revistas académicas especializadas, sostienen en pié centros de investigación y un etcétera tan hermoso como fructífero, Se trata de Universidades con frutos que están a la vista, con visibilidad en el espectro académico nacional. Su alto perfil profesional, la generación de productos intelectuales de primera línea, desarrollados en su seno y el hecho incuestionable de que cuentan con una plantilla de profesores e investigadores atravesada por la terquedad, el afán de hacer, por superar el aplastamiento gubernamental, demuestra que la Universidad en Venezuela está viva, reflexionando, haciendo, cumpliendo su tarea y saldrá airosa del crimen pretendido: Silenciarla, convertirla en ventrílocua de una ideología oficial, de una impostura que traicionaría su razón de ser, la esencia misma de la pluralidad que le es inherente.
Ahora bien, ¿qué le importa a este “gobierno” la calidad de la educación superior? ¿Qué le importa la investigación en ciencias naturales o sociales? ¿Qué le importa el papel vital de las universidades en el presente y el futuro del país? Un pepino, absolutamente nada. Metérselas en el bolsillo de atrás y hacer con ellas lo que les venga en gana, transformándolas en instituciones genuflexas, inertes, acríticas, anómicas, en brazos dependientes de trasnochos políticos, ese es el asunto, la pretensión del ejecutivo.
El alma mater está en pié de lucha, pues. No va a doblegarse. Nunca la mediocridad de un gobierno carcomido por el oscurantismo medieval pudo más que instituciones de valía y concientes de su rol histórico en momentos como el que atraviesa este maltratado país. Se hará la luz, no cabe duda. La Universidad vencerá nuevamente la sombra que se cierne sobre ella.