El próximo mes de agosto celebraremos medio siglo del inicio formal de la construcción del embalse de Guri, con la firma por el entonces presidente Rómulo Betancourt del contrato para comenzare esta gigantesca obra, ícono del desarrollo que comenzaba con una nueva etapa de democracia.
Aquel 8 de agosto de 1963 comenzaron los trabajos de 23 años continuos hasta concluir en 1978 con la inauguración de la primera etapa por el presidente Carlos Andrés Pérez, luego de la continuidad administrativa de los gobiernos de Raúl Leoni, quien la puso en servicio parcial y la continuó el presidente Rafael Caldera.
El gobierno de Luis Herrera Campíns prosiguió la obra y la culminó el presidente Jaime Lusinchi, quien la inauguró el 8 de noviembre de 1986, siendo entonces la central hidroeléctrica más poderosa del mundo con una capacidad instalada de diez mil megavatios.
En 1948,otro gobernante adeco, Rómulo Gallegos, había creado la Comisión de Estudios para la Electrificación del Caroní que inició con visión de futuro la propuesta de transformación de la fuerza del río en electricidad para el desarrollo, pero lamentablemente la obra se pospuso cuando el golpe militar derrocó al primer presidente electo por votación universal, directa y secreta.
Cada vez que se habla de los apagones, recuerdo esta historia y las palabras de Betancourt cuando anunció, allá por 1961, que los estudios estaban listos para construir la presa de Guri, una de las obras de ingeniería de mayores dimensiones y alcance que se hayan construido, no sólo en América Latina sino en todo el mundo.
Pronosticó también que con la siderúrgica de Matanzas el desarrollo hidroeléctrico del Caroni se convertiría en el primer gran núcleo de la industria pesada de América latina, que Matanzas sería una de las más grandes siderúrgicas del mundo en su tipo, que Venezuela estaría en capacidad de economizar divisas por materiales que ya no se importarían y vislumbraba a Guayana como un emporio industrial de proporciones ya previsibles.
En 2006, la mezquindad socialista le quitó el nombre de Raúl Leoni en vano intento de borrar la historia y lo peor, la han limitado a producir la mitad de lo que fue su máxima capacidad con la que fue concebida como obra sobresaliente de la democracia venezolana.