Algunos consumidores piensan que la fecha estampada en los paquetes o la cáscara se refiere al momento preciso en que dejan de ser legalmente aptos para el consumo humano. Pero en realidad, desde el 1 de julio de 2005, la normativa europea obliga a indicar el consumo preferente, establecido en 28 días tras la puesta, que se acorta a 9 días para los de categoría extra frescos.
Después, no se puede garantizar que el huevo conserve “sus propiedades específicas”, pero si es de buena calidad y ha sido conservado en condiciones adecuadas, puede comerse sin riesgo hasta unos 35 días después de la puesta; es decir, tiene una semana más de vida útil con respecto a lo que está marcado. Algunos estudios apuntan que este plazo se puede alargar incluso algo más.
Y hay que considerar otro aspecto: no todos los huevos son iguales. Influyen muchos factores: desde la gallina y la granja donde empieza su viaje a nuestra mesa hasta la cadena de conservación y almacenaje. Por si acaso, el consumidor siempre puede recurrir al método tradicional de descartarlo si flota en un vaso lleno de agua.
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