No pasó ni un día desde que llegó a Rio de Janeiro y habían pasado sólo horas desde el partido amistoso entre Brasil e Inglaterra en el estadio de Maracaná, cuando un periodista deportivo del diario Daily Mail fue asaltado a punta de navaja en la playa Copacabana.
Adrian Durham eludió la agresión al correr hacia la calle transitada, pero el incidente del 2 de junio, que el mismo Durham relató en una de sus columnas, ha servido de advertencia para las decenas de miles de personas que llegarán a Brasil para la Copa Confederaciones de fútbol que empieza esta semana.
Es sólo el primero de grandes eventos que tendrán lugar en Rio, pues luego en julio viene una visita papal, el año entrante se celebrará el Mundial de Fútbol y en el 2016 tendrán lugar las Olimpiadas.
La falta de seguridad es un problema desde hace tiempo en Brasil, donde pandillas de drogas fuertemente armadas controlan feudos a donde la policía no penetra, y donde los atracos menores suelen resultar mortales. Cuando Brasil se postuló para ser anfitrión de las Olimpiadas, el gobierno prometió reducir la violencia, y se ha progresado en años recientes, particularmente en Rio, donde la policía ahora tiene presencia en más de 200 favelas.
Las autoridades brasileñas han despachado aviones a control remoto, cámaras sensibles al calor y miles de efectivos para patrullar los seis estadios que son sede de la Copa Confederaciones. Sin embargo los expertos opinan que extranjeros como Durham quedarán vulnerables si se salen de las áreas seguras y de hecho correrán más riesgos porque muchos policías no estarán patrullando sus zonas habituales ya que serán despachados para proteger los estadios.
«Las luces en las calles y la presencia policial deben aumentar mucho antes del Mundial y antes de las Olimpiadas», escribió Durham en su columna. «La mentalidad de la gente tiene que cambiar, es claro que la gente local simplemente acepta que la delincuencia ocurre y no tienen deseos de cambiarlo».
Las autoridades aseguran que han despachado el más extenso operativo de seguridad en la historia de Brasil para la Copa Confederaciones.
«Estamos sumamente ocupados para garantizar la seguridad e integridad de todos nuestros atletas, turistas, jefes de estado y delegaciones», declaró el ministro de deportes Aldo Rebelo en una teleconferencia con periodistas esta semana. «Se está prestando especial atención a este asunto a la luz de tragedias previas» como la masacre de atletas israelíes en las Olimpiadas de Munich en 1972, y las bombas colocadas en el Maratón de Boston en abril.
Según la SESGE, habrá un guardia por cada 50 espectadores en la Copa Confederaciones, que comienza el sábado con Brasil versus Japón en Brasilia. Además de 3.500 policías, la guardia en el partido del sábado incluirá un batallón de policías antimotines con dos vehículos blindados, una unidad con perros adiestrados para detectar drogas y explosivos y ocho francotiradores, dijo Fabio Pizetta, comandante de la policía antimotines en Brasilia.
Las medidas de seguridad incluirán tecnología de punta, con sobrevuelos del estadio por parte de jets de la fuerza aérea y helicópteros equipados con mecanismos de vigilancia como cámaras de visión nocturna y sensibles al calor, dice la SESGE. En autobús cercanos, agentes de seguridad analizarán las imágenes y coordinarán cualquier medida necesaria.
Joe Biundini, director de la empresa de seguridad FAM International Group, dijo que no cree que ocurrirá nada dentro de los estadios, pero expresó temores de alguna infiltración terrorista a lo largo de la descuidada frontera brasileña, que en total suma unos 15.700 kilómetros. Aunque Brasil nunca ha sido blanco de un ataque terrorista internacional, los atentados de Boston demostraron que los grandes eventos deportivos pueden ser objeto de ataques.
Biundini añadió que la amenaza terrorista podría venir de la llamada «triple frontera» entre Brasil, Argentina y Paraguay, notoria por su alto nivel de delincuencia.
«Ahí hay un verdadero potencial de infiltrar armas de destrucción masiva», comentó.
Debido a que las fuerzas policiales estarán concentradas en los estadios, redes viales y otras zonas periféricas podrían quedar desprotegidas y vulnerables tanto para delitos menores como para actos terroristas, dijo Biundini.
Las autoridades han prometido incrementar el personal en aeropuertos en más del 75% durante la Copa Confederaciones, pero aún no se ha comenzado a construir las renovaciones necesarias para que los atareados y deteriorados aeropuertos sean más seguros y cómodos.
«Creo que el plan que tienen en papel es bueno, pero su funcionamiento dependerá de la comunicación» entre por lo menos 12 agencias del gobierno distintas, dijo Biundini.
«Ciertamente cometerán muchos errores (en la Copa Confederaciones) pero esperemos que de ellos aprendan para el Mundial».