Los dramáticos y crecientes índices de inseguridad son un motivo de preocupación de la familia venezolana desde hace más de dos décadas.
Por una parte, la criminalidad es un fenómeno multifactorial que responde a condiciones de exclusión social (limitación de acceso a servicios de salud, educación, previsión social y disponibilidad de viviendas de interés social) y, por otro lado, esta asociado a la atenuación del monopolio del uso de la fuerza del Estado venezolano, es decir, la proliferación y circulación de armamento en manos de civiles sin registro ni control oficial. Este coctel esta servido en Venezuela y su solución pasa, en primera instancia, por el establecimiento de un consenso político que reconozca la necesidad del desarme de las bandas armadas (criminales, parapoliciales y paramilitares) y reafirme el monopolio del uso de la fuerza en manos del Estado.
El camino contrario a esta obviedad es creer, erróneamente, que la violencia y la criminalidad se originan en el capitalismo y en la televisión como expresa torpemente Nicolás Maduro. Ni el capitalismo, ni la televisión le ofrecen armas a los jóvenes en las barriadas para que encuentren forma de subsistencia en el atraco, el secuestro o el homicidio a falta de alternativas producto de sus precarias condiciones de vida. ¿Quienes le ofrecen armas a estos jóvenes sin futuro? claramente, son redes de comercialización ilícitas que, en muchos lamentables casos, cuentan con la anuencia y respaldo de algunos funcionarios de la Fuerza Armada.
En buena hora, el Estado inició un programa de destrucción de armas incautadas, en cierto modo esto representa un avance en la materia, pero insuficiente. En ese caso, se corta la “oferta” de armas a las bandas criminales (contrariedad que estas resuelven asesinando policías para rearmarse) pero hay que atender también la “demanda” de armas cuyo grueso se encuentra en los contingentes de jóvenes que sin trabajos dignos, ni oportunidades de emprendimiento y limitadas posibilidades de acceder a la educación pública, considerando la crisis financiera del sector universitario, se enfrentan al hambre y a la miseria a diario.
Sobre la “demanda”, Nicolás Maduro afirma que ejecutará la Misión Juventud de la Patria para financiar actividades de jóvenes patineteros, bailarines callejeros, músicos y malabaristas de motos que, a su juicio, los separará del ocio de las calles. Esto es muy tierno pero ¿será efectivo?, tal vez no. Porque el problema de los jóvenes no es la administración de su tiempo libre, de hecho, tienen exceso de tiempo libre. El problema es no tener empleo, ni oportunidades de negocios, ni garantías de estudios.