Sepultado en la ignominiosa desidia permanece el parque automotor del Cuerpo de Bomberos de Palavecino. El cementerio de chatarras da cuenta del nulo presupuesto y la atención necesaria para esta importantísima institución.
De los esqueletos que con horror se muestran en la estación bomberíl ubicada en Los Rastrojos, quedan vestigios de lo que otrora sería una de las instancias insignes fundadas por el legendario alcalde Carlos Segura y repotenciada más tarde por su sucesor Freddy Pérez.
“Dotar el cuerpo de bomberos no da votos” diría un dirigente de la revolución sin advertir que quienes precisamente escuchaban la terrorífica expresión, eran precisamente dolientes del escuadrón de héroes anónimos, que sin pestañar le increparon: “pero salva vidas”.
El Cuerpo de Bomberos atraviesa quizá por la crisis presupuestaria más penosa de su historia funcional, pues no se le asigna en el Presupuesto anual ni el 4%.
Los salarios pírricos y vergonzosos de los héroes que trabajan apagando el fuego con baldes de agua y acuden ágilmente a los comprometidos escenarios en vehículos particulares, son los más bajos del escalafón.
Más de 15 bomberos, con 12, ocho, cinco y tres años, abrigan la esperanza de verse reflejados en la nómina de personal fijo de la Alcaldía de Palavecino, nómina esta que acaba de abultarse con 60 activistas del partido de Gobierno.
Pero mientras esto ocurre, nuestros abnegados y victoriosos bomberos, no cuentan con seguros personales, ni para sus familiares, salvo los de ley.
Sin embargo, estos funcionarios, para cumplir a cabalidad con su faena diaria y demostrar a la sociedad que su responsabilidad incluso sobrepasa cualquier peligro causada por la nula dotación de equipos de seguridad, que compromete y atenta su integridad física, realizan colectas entre ellos y familiares para comprar repuestos automotores y equipos de protección personal.
No escatiman cualquier esfuerzo personal para utilizar vehículos propios que los conduzcan con ligereza al llamado de emergencia. Allí están los héroes que se niegan a extinguirse, pese al olvido gubernamental.
