Devuélvanme mis cerebros

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Lo único que exportamos en Venezuela son los cerebros y estamos exportando todo lo que producimos. Venezuela nunca había sido un país migratorio, todo lo contrario, siempre fue receptor de inmigración de talentos y mano de obra. Hoy sólo queda ver qué futuro le espera al país donde los bajos ingresos, la represión, la pobreza o situaciones políticas extremas, donde se persigue, se sataniza, se criminaliza a los intelectuales que liderisan la educación, las universidades y la industria privada, obligándolos al grave fenómeno de fuga de talentos capacitados.

Además las casas de estudio venezolanas no entran entre las primeras 500 universidades dentro del ranking mundial a pesar de que nuestro país tiene cuatro de las más importantes en Latinoamérica; tal ha sido nuestro reiterativo llamado para enfatizar que el desarrollo ha logrado reestructurarse de manera fundamental, globalizando sus operaciones, multiplicando su capacidad de innovación y haciendo del conocimiento, cada vez más, una herramienta de prosperidad material. Entendiendo que un sistema democrático, que ahora más que nunca se sustenta en la diseminación de la información y en el aporte de muchos millones de individuos al desarrollo del conocimiento y su expresión tecnológica.

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Las compañías en el extranjero respetan y admiran a los especialistas, másteres y doctorados. Los doctores (PhD) no abundan en ningún país y por esa razón son admirados y respetados. Para trabajar en una compañía en el extranjero sólo cuentan los méritos. En Venezuela, el Estado como principal empleador sólo exige estar de acuerdo con el proceso; podría ser porque, en un sentido fundamental, y con base en las mencionadas experiencias, puede afirmarse que la sociedad informatizada favorece la democracia y la economía de mercado, pero condena a muerte al totalitarismo.

Hay estudios que demuestran que 9.000 investigadores venezolanos están trabajando en Estados Unidos y otros países y no podemos permanecer indiferentes. Es una advertencia que nos llama a la reflexión y que debería suscitar preocupaciones. La conclusión es obvia y también irónica: los adversarios ideológicos del imperio subsidian al imperio, pues en la medida en que aquí se discrimina, pongamos por caso a los expertos, profesionales y técnicos universitarios, en igual medida se les obliga a emigrar a otras naciones.

Imaginemos lo que implica para el país que tanto invirtió y tantas expectativas suscitaron al capacitarlos, de manera que un gran esfuerzo de progreso y bienestar se echa por la borda, transfundiendo a otros la sangre científica que es tan vital para nuestro desarrollo. Sólo en el mundo de la medicina, las cifras son alarmantemente altas. Uno de los recursos humanos que toma más tiempo en formar y que exige una costosa infraestructura es el médico.
Hay acuerdo unánime de que la inmigración de médicos bien formados representa un pingüe negocio para el país receptor y una sustancial pérdida para el donante, algo que ha venido ocurriendo en aumento y de manera continúa en los últimos trece años.

Esto refleja claramente la dimensión de la tragedia y lo subvaluados que están nuestros profesionales médicos en su propio país. La solución a todos estos males no está ciertamente en formar un recurso humano paralelo en menor tiempo y a menor costo, ya que lo que está en juego es la salud y posiblemente la vida del enfermo, de allí que sea poco recomendable tratar de hacer ahorros en cuanto a la calidad de la formación del médico, y habría que repensar muy bien la creación de una serie de estímulos de diversa índole para detener esa “hemorragia” migratoria, que amenaza dejar exangüe al país de uno de sus recursos humanos mejor formados e indispensables para su futuro desarrollo. La ausencia de políticas preventivas por parte de los organismos competentes permite vislumbrar un panorama sombrío de cara al futuro inmediato si no se corrige esta tendencia. Muchos siguen convencidos de que la riqueza es algo que ya está allí y sólo debe distribuirse con justicia, mas la verdad es que la riqueza debe crearse, y su fuente esencial es el conocimiento.

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