Los avances alcanzados con la firma de un acuerdo sobre la tenencia de la tierra, considerado el problema más importante a discutir, la decisión del Presidente Juan Manuel Santos de explorar una posible negociación con las FARC y el apoyo de la mayoría de los países miembros de la OEA en favor de la paz entre los colombianos, puede ser el mejor y más oportuno aporte de las democracias latinoamericanas, para poner fin a un conflicto sangriento que durante varias décadas no ha encontrado un interlocutor ni una vía adecuada para convencer a los contendientes de la necesidad de un diálogo sincero que devuelva la paz a la hermana república.
Después de más de 50 años de guerra fratricida, sin que la guerrilla haya podido avanzar hacia la meta de tomar el poder, sino por lo contrario, haber tenido que replegarse hacia la selva fronteriza con Ecuador, Brasil y Venezuela, donde por una combinación de inteligencia y una sofisticada tecnología militar del Ejército, han perdido a sus más activos comandantes, seguramente puede tener algunos efectos en la decisión de los actuales jefes guerrilleros, de sentarse a discutir cómo enfrentar esta nueva realidad.
Para los comandantes de las FARC la continuación de una guerra que cada día reduce más su capacidad de movilización y los ha llevado a la pérdida de sus principales conductores políticos, diplomáticos y militares, depende de la evaluación que hayan hecho de sus propias fuerzas en comparación con las de enemigo. Similar evaluación ha debido realizar el Presidente Juan Manuel Santos, pero acerca de la superioridad del Ejército para atreverse a dar el paso de explorar la posibilidad de un acuerdo de paz duradera y definitiva, exponiendo su prestigio y la posibilidad de reelección en 2014.
Sufrir los efectos de la superioridad operativa que han demostrado las Fuerzas Armadas y policiales de Colombia, no es para contrarrestarla con amenazas desde un programa de televisión o con un comunicado de las FARC por Internet, en el que se propagan una falsa fortaleza y un supuesto apoyo del pueblo colombiano, para seguir desafiando al gobierno del Presidente Santos y al mundo democrático que rechaza la violencia y transita caminos de convivencia civilizada, para poder resolver graves problemas sociales y económicos, que todavía confronta la humanidad.
Todo indica que las negociaciones no las detendrán las bravuconadas del Presidente cuestionado, Nicolás Maduro, de no seguir participando su gobierno como facilitador de las mismas, por haber recibido en su Despacho, el Presidente Santos, en una reunión privada a Henrique Capriles, ganador de las elecciones en Venezuela el 14 de Abril pasado y uno de los líderes más prestigiosos en Colombia y en todo el continente americano.
Ahora le corresponde al gobierno colombiano, ofrecer garantías y respeto a la vida y a la participación de los guerrilleros que se acojan a una política de paz, en el engranaje institucional de la democracia. Si existe voluntad política para ampliar y preservar la democracia, este momento podría ser definitivo para un cese al fuego y dar paso a una, tal vez, menos larga negociación por la paz de Colombia, en la que participen y sean garantes de la misma, los países que han llamado a la cordura, a la reflexión de los contrincantes, a callar los tambores de la guerra y abrirle cauce a las banderas de la paz. No más heridos, no más perseguidos por sus ideas políticas, no más sangre ni muertos en Colombia y en toda nuestra América Hispana. La paz es el escenario para el progreso y nuestra incorporación al mundo civilizado, por lo tanto los responsables de la conducción política y el propio pueblo colombiano. Tienen que realizar todos los esfuerzos posibles para erradicar la guerra y la violencia en general, que no sólo ha cobrado centenares de miles de muertos en el país vecino, sino que también ha tratado de crear una profunda crisis en la región.
Conocida la experiencia de Juan Manuel Santos, cuando fue Ministro de la Defensa del Presidente Álvaro Uribe y de la política militar que ha puesto en práctica como Jefe del Estado colombiano, al propinarle los más duros golpes a la guerrilla, como la liquidación del máximo Jefe de las FARC, Alfonso Cano cuando ya habían comenzado las conversaciones para explorar las posibilidades de un arreglo pacífico al conflicto, pueden interpretarse como un indicador de que el actual Presidente de Colombia, no pareciera tratarse de un dirigente político torpe y menos ingenuo.
Jugarse su futuro político, muy cerca de la reelección presidencial, conociendo los antecedentes de El Caguán y de otros intentos de negociaciones con las FARC, aprovechadas por los jefes guerrilleros para recuperarse, iniciando una nueva gestión de paz en el exterior, debe ser porque tiene fundamentos válidos para no fracasar, lo cual lo convertiría en uno de los políticos más prestigiosos y sabios de Colombia, Hispanoamérica y del mundo democrático.
La paz en Colombia
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