No soy aficionado a las películas de terror, aún cuando sé que a mucha gente le gustan. Ellas están cargadas de escenas impresionantes y crean temores innecesarios en los niños, sin embargo, hay una analogía que puede ser útil tomar de las «historias de vampiros», y es ver como estos son destruidos por la luz. No importa lo poderosos que sean, cuando son alcanzados por el resplandor del sol, quedan pulverizados y pierden por completo su poder.
Así es el enojo, si se acumula y se oculta en nuestro corazón se convierte en una fuerza que controla todo lo que hacemos, en la oscuridad de nuestros sentimientos contaminan nuestros pensamientos y nos conducen a la venganza, hay un vampiro que succiona todas nuestras emociones y la percepción que tenemos de la vida llamado resentimiento, pero una vez que los llevamos a la luz pierden su poder sobre nuestra vida. Dejar acumular el enojo lo único que crea es rencor, y este nos hará perseguidores y abusadores de quienes nos rodean, pretendiendo con esto que nos paguen por una deuda que irónicamente es imposible saldar.
¿Por qué nos enojamos?
¿Ahora qué es lo que produce el enojo? Nos molestamos cuando no logramos lo que queremos. Como lo dice mi amigo Andy Stanley: “La ira es el resultado de no conseguir algo que queremos. Lo que queremos puede incluir lo que merecemos; porque, después de todo, quién no quiere lo que piensa que merece”.
Piense en una ocasión en la que usted en verdad se enfureció. ¿No es verdad que toda la situación se podría haber reducido a la idea sencilla de usted quería algo y no lo consiguió? En otras palabras, no logró lo que estaba convencido que se merecía.
Piense en la familia donde el padre se enamora de su secretaría y abandona a su esposa con tres niños para salir de “esa esclavitud” o “prisión” donde un día se encontró, aun cuando no esperaba que se convirtiera en eso”. Lo más probable es que conozcas a una o dos personas cuyos padres se fueron con otra mujer. Y las posibilidades de que esas personas tengan, o hayan tenido, problemas con la ira son grandes. Tal cosa debe esperarse. Se les quitó algo. Papá se fue, llevándose la oportunidad de tener una familia «normal». Les robó la unidad familiar.
Un niño (o un adulto) que provenga de ese tipo de situación tiene todo el derecho a estar furioso; se le ha despojado. Alguien le debe algo. En este caso es su papá. Sin embargo, ¿qué tal si el papá convence a los hijos de que tenía que irse debido a que la mamá nunca… bla, bla, bla… y ella siempre… bla, bla, bla? ¡Pues bien, entonces la mamá también les debe algo!
Muéstreme a una persona iracunda y le mostraré a una persona herida. Y le garantizo que la persona está dolida debido a que se le quitó algo. Alguien le debe algo. Ese es el vampiro que succiona todas sus emociones. El resentido no puede ver los favores que recibe de otros ni el daño que causa a quienes le rodean con su actitud. Pero lo más significativo es que se enlaza con aquella persona que le quitó lo que el sentía que merecía, de allí que queda encadenada.
Es fácil pensar que el único remedio para nuestra ira es la venganza, cobrar lo que se nos debe. Después de todo, ¿no es así como uno salda una deuda? ¿Existe otra manera? E incluso si hubiera alguna otra opción de saldar la deuda, eso no sería justo. La gente debe pagar lo que debe. Cancelar una deuda es dejar libre a la parte culpable. Y ellos tienen que pagar; de otra manera tal vez volverán sobre sus pasos y lastimarán a algún otro.
Más que una ironía una tragedia
La ironía es que, en la mayoría de los casos, la deuda percibida nunca puede ser pagada, no importa todos lo esfuerzos que hagamos para compensar lo que se llevaron. ¿Cómo le paga usted a su hijo de veinticinco años por no haber estado con él desde que tuvo doce años? No puede. Es por ello que lo veo como una ironía, pero en realidad es una tragedia. Es trágico porque la gente pasa una buena parte de su vida esperando que se paguen deudas que no pueden ser pagadas. Las oportunidades de hacerlo desaparecieron hace mucho, pero el enojo persiste. En muchos casos se transforma en resentimiento que cada vez llevamos a todos lados.
Una vez que la ira se acumula en mi corazón, antes de que pase mucho tiempo llegaré a pensar que todos me deben. Por eso caracterizamos a ciertos hombres y mujeres como «personas iracundas». Es común escuchar a un amigo decirle a otro, “no es para tanto” o “bájale dos” ya que el resentimiento hace que las personas mantengan un hervor permanente que hace ebullición con apenas una chispa.
La ira gana su fuerza en lo secreto
Exponerla a la luz es doloroso y poderoso a la vez. Si queremos ser cazadores efectivos de los vampiros que contaminan nuestra alma y ver como se destruyen, debemos exponerlos a la luz. Contar su historia sería arrastrarlos hacia la luz. Usted sabe de forma intuitiva que sacar esto a la luz le haría perder su potencia, lo que significaría perder su excusa para continuar enojado. Además, la odisea completa sería tan incómoda que es más fácil simplemente llevarlo todo por dentro.
Saque a la luz lo que está en su corazón, esas experiencias que de niño le hirieron y que guardó acumulando enojo en su vida que luego se transformó en resentimiento. Es por ello que la fe en Jesús se hace determinante, ya que nosotros no producimos luz por sí mismos, sólo podemos reflejar la que recibimos. El apóstol Pablo habla sobre el poder de exponer a otros y a Jesús lo que está en nuestro ser: “No obstante, sus malas intenciones se descubrirán cuando la luz las ilumine, porque la luz hace todo visible. Por eso se dice: «Despiértate tú que duermes, levántate de los muertos, y Cristo te dará luz». (Eph 5:13-14 NTV)
Todos podemos ser libres del resentimiento
Quiero invitarte para que mañana domingo a cualquiera de nuestras cuatro presentaciones, 8:00 am, 10:00 am, 12:00 m, ó 2:00 pm. en Gran Versalles, vía El Ujano, descubras Cómo liberarte del resentimiento y ser libre de la amargura. Si esta lectura ha sido como un espejo de tu vida, es hora de hacer algo. La entrada es libre.
Hay una manera apropiada de usar tu historia: no como excusa, sino como testimonio del poder de Dios para libertarlo de su pasado. Cuando le permites a Dios tener acceso a esa parte de tu corazón que alberga tu ira, algo asombroso sucederá. Tu historia ya no explicará tu conducta, sino estará en agudo contraste con ella. Queda evidenciado una vez más que lo importante no es lo que nos pasa, sino cómo respondemos a ello. No permitas que el enojo acumulado controle tu vida y destruya tus relaciones más cercanas, libera a quienes te ofendieron y cultiva el hábito de perdonar. Habla de esas cosas que en el pasado te hirieron, busca un consejero, un mentor, preferiblemente de tu mismo sexo y camina hacia la luz. Esfuérzate y Hazlo.Twitter: @reajose