Reflexión – Tiempos de chicharras

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Definitivamente hay  muchas cosas que no se pueden comprar con la tarjeta de crédito. !Gracias a Dios por eso! Lo decimos, por cuanto, cuando salgo a correr del Km 13 al 18, a eso de las 6.30 de la mañana, ida y vuelta, por la autopista vía a Qu{ibor, siguiendo el camino de tierra. Y andando por debajo de  los cujíes, recibo, tres o cuatro veces a la semana la bienvenida de un concierto  polifónico de chicharras, que al sentir mi presencia vuelan de un lugar a otro pasando muy cerca de mí, convirtiéndose en “colirio para mi alma”. La verdad, lo disfruto mucho. Me motivan en el esfuerzo físico y crean en mí una saludable dependencia. Cuando salgo por la tardecita, el crespúsculo que se esconde  tímidamente en el horizonte, cargado de multitud de colores, completa la faena de Dios, la cual tomo para mí. Y no me queda otra cosa que decir, de nuevo !Gracias mi Dios!
Ese sonido “ensordecedor” que regularmente escucho en estos tiempos de chicharras, evoca en mí, las tardes soleadas en el solar de mi casa  cuando era niño. Aquel, donde se encontraba un enorme cují que  a duras penas nos guarecía del sol y donde jugábamos  con las chicharras mi hermano gemelo y yo. Y sin  saber el daño que hacíamos,  le amarrábamos hilo de coser en sus grandes ojos y las echábamos a volar. Aquel acto de inocencia y evidente felicidad llenaba nuestras expectativas de niños con tantas carencias materiales. Y mi preciosa madre, recostada a la batea, sin aflojar el cepillo que empuñaba con firmeza en su mano derecha, nos miraba con ternura  y sonreía. Hoy reconozco que en medio de tantas necesidades, esas vivencias fueron y son tesoros invaluables. Riqueza de valor  incalculable que nuestro maravilloso Dios nos regaló.
Esa casa, la que nos vio nacer, todavía existe, resistiendo la tentación del progreso que quiere avasallarlo todo. Allí están nuestras raíces, como dice mi hermano gemelo. El cují que refresca mis recuerdos que me acompañan siempre cuando corro o entreno por las distintas avenidas de la ciudad, ya no existe. Dejó sus lágrimas bajo el polvo del verano para dar paso a lo nuevo. A la construcción de habitaciones para albergar la numerosa prole que levantaban mis padres en aquellos tiempos. Pero dejó en mí, un recuerdo imperecedero. Grabado con la tinta indeleble del amor, de la firmeza y la regia autoridad  de unos padres, que supieron “batir el cobre” para educar trece hijos y darnos, una educación cargada de valores académicos, ciudadanos, morales y espirituales. Tan difíciles hoy en día. Lo cual, tratamos de heredárselos a nuestros hijos y nietos con la ayuda del Altísimo.
Es bueno saber, sobre todo aquellos que todavía piensan que  lo que existe en el mundo de la naturaleza apareció por azar evolucionando hasta ahora. Descartando la acción omnipotente de la mano poderosa del arquitecto, Creador del universo,  que el canto  bullicioso que escuchamos cada día de estos animalitos, es entonado solo por los machos para atraer a las hembras. Y aunque el sonido es emitido a cualquier hora del día, es más frecuente e intenso al anochecer y al amanecer. Cada especie  emite un sonido propio, característico. Otra cosa que debieran explicar los evolucionistas es la perfección en la elaboración del sonido. Este es producido por un aparato estridulatorio situado en los costados del primer segmento abdominal, que consta de membranas quitinosas llamadas timbales y de sacos con aire que funcionan como cajas de resonancia. ¿Cómo les parece?
De las chicharras aprendemos lecciones de Dios. Así, como el canto de los machos, es un canto de amor exclusivo para el llamado de las hembras. Así es el canto persistente de Dios para sus hijos. Para quienes andan en un mundo de confusiones teológicas. Para quienes, tozudamente se resisten a doblegar su yo y se alejan más de él. Para los que necesitan de su amor y su poder.  De allí la necesidad de afinar el oído cada día. Si Ud. es del redil del Señor, entonces reconocerá su voz y obedecerá. Si no, aún sin darse cuenta, seguirá llamado extraños. «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen»(Juan 10:27). !Así de sencillo! !Nos encontramos el martes que viene, con el permiso de Dios! “Inglaterra tiene dos libros- La Biblia y Shakespeare- Inglaterra hizo a Shakespeare, pero la Biblia hizo a Inglaterra.” Víctor Hugo.
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William amaro Gutiérrez

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