Es un relato del escritor Aníbal Mujica cuyo contenido plasma los medios de los cuales habrán de originarse un conjunto de sucesos en la exposición pictórica de una galería. Se trata de una exposición nocturna que se ofrece al público y esa misma noche se producen los sucesos. Ocho bodegones, nueve paisajes, un rostro de niño, un señor que, a todas luces, por la mano extendida y la indumentaria es un indigente. Cinco lienzos en sucesión narran secuencialmente las diferentes etapas de una mujer desde su niñez, pasando por su juventud, el común destino de la pobreza hasta su miserable vida de prostituta. La última imagen de la secuencia es la de una mujer sufrida, desgreñada, despojada de sus potencialidades existenciales; un guiñapo de la vida. Como se deduce es una narración muy bien lograda en imágenes visuales. El color describe en sus valores la suerte de una mujer.
La exposición concluye sorprendentemente con un lienzo que asume con dramática entonación un extraño final. Se trata de una marina con la cual los lienzos expuestos cierran su número. Es una marina calificable como superrealista; o, más bien, así parece vivirlo el pintor con su propia obra. Impresionado de tal manera el autor experimenta todas las sensaciones que el ambiente marino propicia. La salitrosa brisa, la agradable sensación salina del olor que deja respirarla, La transparencia neblinada de la visión en la distancia. Por la filigrana de la cañuela en los ángulos inferiores, la marina destila agua y en el piso práticamente el agua se encharca. Todo en el contenido del lienzo es para su autor una extraña experiencia. Hay algunas canoas que a pesar de las pinceladas azulesque reproducen la ondulación del horizonte marino, se bambolean como si en realidad el agua se moviera. Pero lo más sorprendente de todo es que desde una de las canoas se extiende un brazo generoso que con la mano abierta invita al enbelesado pintor que contemplativo y desconcertado vacila. ¿Qué hacer? El pintor accede muy nervioso y siente como la callosidad de la mano afectuosa del marino se cierra sobre la suya y generoso le ayuda a subir. Y el pintor sube a la canoa del lienzo y la pequeña embarcación avanza bamboleante hacia el horizonte marino de la pintura.
En la inverosimilitud de un medio donde todos los planos de la pintura son estáticos, pero con suma habilidad el narrador logra con la palabra convertirlo en una realidad verosímil. El estatismo es convertido por la habilidad de la palabra en ágil movimiento. La canoa con el artista a bordo se pierde por el agua. Los comentarios de los asistentes es todo cuanto queda de aquel pintor tan conocido y reconocido de todos. Se ha escapado, tal vez sin pensarlo, en una fuga invisible en donde posiblemente sus propios pensamientos tengan algo que ver con el suceso.
Aníbal ha puesto toda su originalidad en la creación de esta narración interesante y sorprendente. ¡Bravo, Aníbal! Sangre de primo; pura originalidad.. ,
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Lectura – El último cuadro
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