El finado presidente Hugo Chávez gobernó dominado por dos premisas igual de irresponsables y perversas.
La primera era la idea de que él era un dios, inmortal como todos los dioses. Un ser providencial. Este rapto delirante podría verse resumido en una frase épica enteramente suya: “Yo no soy Chávez, yo soy un pueblo, yo no me pertenezco”. Es que así como en Cristo, según la doctrina católica, opera la transustanciación de su cuerpo en pan y la de su sangre en vino, el mesías de la revolución pasó a ser pueblo, verdad, memoria telúrica. Su legado era inmemorial. Su destino, la posteridad.
El otro supuesto, ya no religioso sino propio de la corona, era la repetición de aquella célebre y fatalmente egoísta expresión atribuida a Luis XV: “Después de mí, el diluvio”. Chávez jamás pensó en la Venezuela que le sucedería a él. Quizá tampoco reparó mucho en la nación que tenía enfrente, porque, habidas cuentas, ese país deforme y reacio, no pertenecía a su tiempo. La historia comenzó con él y habría de terminar con él. No concebía nada sin su presencia, redentora, totalizante. Por eso sólo en las sombras y dolorosas mudeces de la hora postrera, se dispuso a buscar entre sus apóstoles al sucesor. Acosado en su lecho extranjero por las urgencias terrenas de la muerte, y el susurro interesado en sus oídos de dos hermanos anfitriones, bellacos empedernidos, codiciosos, sañudos, no tuvo más remedio. Escogió, de prisa, a toda carrera hacia la nada, movido por los reflejos del extravío, y sin plazo para rectificar. Apenas eso explica hacia dónde dirigió su dedo vago, borroso, impreciso. Y ambos, maestro y alumno, acabaron trabados en una misma tragedia. En las tablas de un desvencijado teatro griego, tan familiar a los oráculos, acertijos, violaciones, traiciones, muertes. El uno y el otro, envueltos en un amor funesto, desgraciado. Padre e hijo, devorándose en medio de alabanzas y adulaciones infinitamente agotadas. Portadores ambos de una misma gloria, de una sola catástrofe.
Chávez hundió al país. Lo hipotecó a China, el imperio que resurge, comunista en lo ideológico, capitalista en lo económico. Un país, dos sistemas, conforme a la pragmática fórmula de Deng Xiaoping. Y, contrario a la imagen de Moisés cuando separó las aguas del Mar Rojo para que su pueblo israelita lograra huir de Egipto, él cometió (y fue reincidente, pese a todas las advertencias), el crimen de dividir a Venezuela en dos bandos irreconciliables. Acabó con el valor del trabajo, el estudio, la disciplina, el esfuerzo, la superación personal, el ascenso social. Exaltó el espíritu de revancha, el tribal desconocimiento del otro. Pisoteó las normas del respeto, la ley, la convivencia. Extrajo del alma colectiva los peores instintos y se solazó en hacerlo. Hizo de las instituciones repugnantes caricaturas, y de los más altos funcionarios, piltrafas depravadas. Se mostró inclemente con sus adversarios, a quienes veía como enemigos a pulverizar. Bajo su amparo, en un entorno de insaciables al descubierto, no paró nunca un grosero festín de corruptelas memorables, por golosas, en nombre, siempre, de un pueblo desheredado, burlado. Maldijo, profanó, juró en falso, persiguió, transido por el odio; condenó a muchos a la ruina, material o moral, a la cárcel, al destierro, a la indecible fatalidad de no poder soñar sus propios sueños, de no poder retocar sus propias flaquezas. Fue indolente, un administrador irracional. Bastaría recordar que gastó 15.000 millones de dólares en armamento de guerra, sin asegurar el pan, ni el techo, ni la seguridad de quienes tanto decía querer. Bastaría recordarlo, subrayo. Y es un deber repetirlo, en nación tan apacible y blanda, tan dada a reír de sus infortunios, como desmemoriada.
Ese es el legado. Esa es la múcura, que está en el suelo, y con la cual no puede, ni nos luce que podrá, por sus torpes desempeños, el pobre de Nicolás. De manera que, y aquí está la tragedia de esta revolución, Chávez amasó durante 14 años de poder sin límites el revoltijo de herencia que le dejaría, sin saberlo hasta el último momento, al devoto que, al lado de tanto bellaco de cuatro suelas, tenía todas las apariencias de ser el pájaro menos inhábil para alzarse con jaula y todo. Es, precisamente, lo que pareciera confirmar el audio de uno de los malignos del reino, Mario Silva: En este mar de excrementos, dice él, con otras palabras, hay que parar a Diosdado. “Ponerlo contra la pared”. Y que el G2 cubano “se siente con Maduro”, porque “así tenga las ganas de hacer lo que quiera hacer, está entrampado”.
Tiene razón el deslenguado señor de la noche al ser presa de esos temores, al estar tan sobresaltado, deprimido, como se confesó ante el diván de un agente de La Habana (yo no dudo ni una ñinguita de que esa grabación es auténtica, que esa es la voz verdadera de MS y que esas histéricas súplicas son todas suyas. Por cierto, tampoco lo dudan en el Gobierno, y lo prueba que su programa fue suspendido ipso facto, y que nadie, hasta ahora, lo ha defendido en público). Está claro que él sabe bien con quiénes trata. Ha convivido todo este tiempo en ese nido de alacranes y presenció sus infectas mordeduras, desde un cómodo asiento VIP. Sus ascos son sinceros, pues se trata de una porquería que no le es ajena. “Los ministros roban porque esto se va a desmoronar, se va al garete”. ¿Alguien lo pudo decir más claro? En resumen, Chávez atentó contra Nicolás al legarle semejante bomba de tiempo, y, a su vez, a punta de torpezas, desangelamientos tan propios y arrogancias forzadas, Nicolás acabó, de golpe y porrazo, con el chavismo. En tiempo récord.
Nada le sale bien a la fraudulenta copia de Chávez. El propio Alí Rodríguez Araque, figura emblemática del chavismo (hombre con fama de ser serio, sospechosamente honesto), ha dicho que los ataques de Maduro, por chapuceros, “encumbraron” a Henrique Capriles. Su mácula de ilegitimidad lo acompaña dondequiera que vaya. Es su sombra. Su sino. Le quiso decir “cuatro verdades en su cara” al zar de los alimentos, Lorenzo Mendoza, y salió trasquilado. Diosdado estropeó desde la Asamblea su debut, ante la comunidad internacional. Lo forzó a asumir una pose de aprendiz de gorila, cuando más le urgía hacerse de algún piso político. Colombia ha puesto en el camino una roca en la búsqueda del reconocimiento, que es su obsesión. No es reconocido, como pide, a punta de gritos y simplezas, por más de la mitad de la población venezolana. Y fuera, cada vez menos. Imposible, como advirtiera Fidel, que el mundo se trague la coba de que aquí hay más de siete millones de oligarcas, fascistas.
El desabastecimiento, la vergüenza universal de filas de gentes que se baten a empellones por un rollo de papel higiénico, y la reaparición del H1N1, sirven de marco a una calamidad que no debe continuar. Encima, el cierre de Globovisión ha obrado el extraño milagro de hacer que las apariciones de Capriles cobren un frenesí arrollador. El misterio de lo prohibido penetrará y hará trizas a un muro que se descalabra, lenta pero pesada e irreversiblemente. Sus ruinas y vicios están a la vista y claman a los ojos de Dios. Cada palabra del prohibido Capriles resonará con más fuerzas que el rumor de cientos de cadenas de todas las radios y televisoras.
No lo podrán detener. Hay una frase de Mario Silva que, pese a su absoluta descalificación moral, retrata con desesperada franqueza la tragedia de los herederos de Chávez, con Nicolás a la cabeza: “El comandante es nuestro futuro”. ¿Qué tal?
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Repiques
Juan Domingo Cordero, Raúl Gorrín y Gustavo Perdomo, anuncian la compra de Globovisión, y el Gobierno, hipersensible a todo lo que tiene que ver con los medios, no hace nada. La transacción se da sin inconveniente a la vista, en los plazos acordados por las partes. En cambio, unos días después, se filtra la versión de que el grupo 6to Poder, que preside el periodista Leocenis García, intenta comprar Atel, un canal de entretenimiento que domina menos del 3% de la audiencia en el país. Pero esta vez el Gobierno reacciona. No sólo boicotearon la negociación, sino que Conatel amenazó a todas las cableoperadoras para que sacaran del aire a ese canal. ¿Por qué cree usted que el Gobierno actuó en forma tan distinta en ambos casos?
Es bien sabido que el capital es cobarde. Por eso, es difícil creer que unos empresarios arriesguen 60 millones de dólares en la compra de un canal odiado por el Gobierno, con la concesión a punto de morir, con ocho procedimientos administrativos y uno sancionatorio, dejado por fuera de las emisiones de la Televisión Digital Abierta (TDA). Un canal al cual el TSJ ordenó un embargo sobre sus bienes y cuyo presidente debió abandonar el país. Eso sólo es posible en socialismo. Es decir, eso sólo puede ocurrir cuando quien compra una televisora en esas condiciones, está seguro (porque se mueve en el campo de los seguros además) de que la historia cambiará de ahora en adelante. ¿O hay gente del propio Gobierno detrás de todo eso?
Leído en Twitter
@EmigdioCA: “¿Sabías qué la letra ñ se originó en la Edad Media?”
@hcapriles: “En los 3 primeros meses del año han asesinado al menos a 3.400 venezolanos! Enchufado mayor y pandilla incapaces!”
@SeguridadLara: “Durante un asalto mantenga presente que un ladrón drogado o en estado de ebriedad tiene los reflejos alterados, sea precavido”
@OrtografiaReal: “No es ‘pelié’, es peleé. No es ‘pasié’, es paseé. Sí pueden”
@napoleonbravo: “Ministerio de Salud asegura que no existe un brote de AH1N1 en el país (los q se mueren por eso es para desestabilizar la involución rojiza”
A su salida de una reunión en Miraflores con Nicolás Maduro, el nuevo dueño de Globovisión, Juan Domingo Cordero, soltó esta lindeza: “Nos han pedido que seamos muy sensatos en la transmisión de la noticia, y eso es lo que vamos a hacer”. Así, sensatamente, dejaron sin efecto el nombramiento de Vladimir Villegas, tras declarar que le daría a Maduro el mismo tratamiento que a Capriles. Es decir, haría un periodismo plural, sin condicionamientos. Después despidieron a Kico Bautista, por el delito de ser solidario con otro defenestrado, Ismael García. Y en busca de llevar la información “al centro” del equilibrio, prohibieron los pases en vivo con el principal líder de la oposición. Y, fuera las secciones Usted lo vio, Aunque usted no lo crea.
Según un estudio de TrustLaw, publicado por Foreign Policy en español, la lista de los peores países para ser mujer dentro del G20, o de los 20 países en desarrollo, es encabezada por la India, donde “las mujeres y las niñas son vendidas, obligadas a contraer matrimonio con 10 años, quemadas vivas como resultado de disputas por la dote y las menores son explotadas sexual y laboralmente”. Le sigue Arabia Saudí, “una de las sociedades más represivas del mundo, principalmente con las mujeres”. Lean esto: “Las saudíes son ciudadanas de segunda clase, no pueden conducir, no tienen ley contra la violencia de género y es imprescindible la figura masculina como guía y guardián de la mujer en cualquier aspecto de su vida: estudios, trabajo, matrimonio, viajes o incluso un control médico”. En ese orden, la lista la completan Indonesia, Suráfrica y México.
Me informan que Kico Bautista, Carla Angola y Roland Carreño, llevarán funciones de Buenas Noches, en vivo, por diferentes ciudades del país. Barquisimeto está incluida.
Viejo es el viento y todavía sopla
Jaua: “Nadie podrá imponerle a Venezuela una agenda de guerra ni violencia”. Bien dicho, se trata de una agenda propia.
Este reportero se encuentra de cumpleaños hoy. Extrañamente, lo celebraremos asistiendo a la función de Norkis Batista, Orgasmos, esta noche en el Teatro Juares. Me ruborizo al decirlo. Créanlo, es pura coincidencia.