Es tu lucha

La Unidad lucha para producir en Venezuela, un cambio político por la vìa pacìfica, democrática, electoral, y constitucional. Eso implica conquistar el poder, pero es mucho màs que eso. Nuestra lucha es por un país de todos, porque sabemos que Venezuela somos todos. Una Venezuela, por tanto, sin divisiones, sin discriminaciones, sin exclusiones. Eso no quiere decir una Venezuela uniforme, ni mucho menos una Venezuela uniformada a juro. Hablamos de una Venezuela donde todos podamos vivir y progresar en paz.
Entre nosotros los venezolanos hay diferencias. La pluralidad es natural en la sociedad y por eso el pluralismo es reconocido, no creado, por la Constitución como uno de los valores fundamentales sobre la base de los cuales se levanta el Estado y, más ampliamente, la convivencia republicana. Esas diferencias no nos convierten en enemigos unos de otros o de la Patria a aquel que no vea las cosas como nosotros las vemos. El respeto no puede existir si no existe el mutuo reconocimiento, que antes que una formalidad jurídica, que también lo es, es una realidad humana y política. Nos reconocemos, nos respetamos y, en consecuencia, podemos dialogar.
La lucha que llevamos adelante, con perseverancia, con riesgo personal que a veces no es pequeño, sacrificando nuestra tranquilidad personal y pidiendo a nuestras familias sacrificios también, sacrificios que raramente son valorados, es por un país de respeto entre todos y para todos. Por eso, nadie es ajeno a esta lucha. Nadie. Porque ningún ciudadano y ningún sector social, económico o cultural, está libre de la amenaza que representa un proyecto político con pretensiones de monopolio, que se cree la sociedad y que, por lo mismo, ejerce el poder como si fuera su dueño. Un proyecto para quien las leyes son instrumento para someter al resto, y no normas justas que obligan a todos por igual.
Ese proyecto es intrínsecamente empobrecedor. Empobrece porque en vez de ideas, profesa fantasías, y porque en lugar de comprender la realidad, se inventa una con base en su dogma. Empobrece porque no ve al país en su integridad, sino por partes. Una, la que importa, son ellos; un pequeño grupo que actúa como una verdadera oligarquía, atesorando poder y plata y, al final del día, unida solo por los intereses, los mismos que en su hora los desunirán. Otra, la de la decreciente multitud que por creer en la promesa redentora del proceso y en su difunto líder, cuyo carisma y conexión popular fueron su tesoro, que es manipulada en beneficio del grupito antes nombrado. El decrecimiento de ese segmento de nuestra población preocupa a una nomenklatura –los “enchufados”- que no la comprende, y que no es capaz de descifrar por qué ese parte del pueblo intuye que ellos no son lo que dicen ser, y desconfía, entre otras cosas porque siente que ellos desconfían del pueblo. Y finalmente, todos los demás venezolanos. Todos. Toditos. Los empresarios que trabajan, invierten, emplean, asumen riesgos. Los trabajadores que quieren progresar, salir de abajo, que quieren echar pa’lante. A esos dos sectores los detestan, sean del campo o la ciudad, pequeños, medianos o grandes. Los universitarios, sean profesores, estudiantes o empleados, porque la universidad es plural por naturaleza y libre por definición. Los medios de comunicación independiente y los periodistas y demás comunicadores, porque su oficio está unido inseparablemente a dos valores a los que son alérgicos, la verdad y la libertad. Y, por supuesto, los políticos que no se rinden y que no se dejan sacar del camino democrático, que han venido construyendo una alternativa unitaria seria, respetable, responsable.
La salud de Venezuela, como sociedad, nos la jugamos en la lucha por superar el modelo hegemónico, y lograr una convivencia en paz, libertad y respeto.