Cuando una persona está viva, es blanda y flexible. Cuando está muerta, se vuelve dura y rígida. Lao Tse. Tao Te King
El epígrafe que antecede al artículo contiene una verdad que se puede aplicar a nuestra realidad venezolana. Ciertamente que asistimos a la experiencia de presenciar a muchos dirigentes de grupos y partidos políticos, quienes no sólo asumen posturas inflexibles en cuanto se refiere a la no aceptación del Otro diferente en la discusión sobre aspectos de la vida nacional, también presentan una rigidez corporal, kinésica, y básicamente en la formulación de ideas y conceptos que les acercan a una vida inorgásmica extrema.
Y esto es triste porque revela lo castrante que puede ser una acción social donde estos seres humanos adolecen del sentido primario de vida: lo erótico. En ello las sociedades antiguas eran dadas a la atención de lo erótico como manera y actitud de vida, de gozo y de apertura al Otro como muestra de una vida interior que se contrastaba y permitía que los miembros de una comunidad se nutrieran constantemente en la medida que podían expresar, en su kinesis y actos de habla, el lenguaje erótico y el erotismo como formas de vida sanas que permitía al cuerpo develar su ontología, su ser profundo, que se acercaba y mostraba en la piel, en el cabello, en los ademanes del cuerpo, en la voz y en la mirada.
Por lo contrario, a la gran mayoría de los líderes y dirigentes de grupos y partidos políticos de nuestra sociedad les falta sentimiento de erotismo en la práctica de la acción social. Más notoria es su ausencia en los rostros de las mujeres dadas a esta práctica, quienes revelan una faz que progresivamente se va desvaneciendo para caer, peligrosamente, en la noche de la insatisfacción que lleva a la soledad y la enfermedad de la frigidez de los sentimientos ocultos.
Y esto que escribimos en modo alguno debe tomarse como una chanza o burla. Por lo contrario, es una reflexión necesaria para considerar dentro del estado de experiencias que atraviesa el conjunto de la sociedad y que debe atenderse para evitar que sirva de modelo y se generalice. Si usted analiza los rostros de las mujeres, tanto afectas al gobierno: diputadas, ministras, presidentas de institutos, entre otras, como aquellas de la oposición, concluirá aceptando lo que afirmamos.
Por su parte los dirigentes masculinos hace tiempo entraron en un franco deterioro en su capacidad erótica. De rostros casi siempre contraídos y severos, rígidos en sus ademanes, autoritarios y poco dados a mirar de frente al Otro, absolutamente parlanchines y de gestos cuasi atolondrados. Denotan que han accedido a lo que denominamos “la desproporción del lenguaje gestual”.
No tienen gestos de amorosidad en su kinesis y menos en el timbre y tono de voz. Menos aún, un sentimiento amoroso en la práctica de la libertad como modelo para una ciudadanía activa. Es, ciertamente, una oralidad y un lenguaje corporal marcados por un discurso “thanático” de muerte, de frialdad, de severidad, de autoritarismo, de riesgo, que niega el discurso natural que existe en todo ciudadano normal que practica su erotismo y es proactivo en la construcción de su vida individual y colectiva.
La ausencia de un lenguaje corporal cercano a lo amoroso, sin ser empalagoso, ha llevado al nacimiento de discursos cargados de extrema negatividad que generan secuelas físicas en quienes la practican. Es notoria la cadena de enfermedades, padecimientos y muertes de dirigentes políticos en nuestra sociedad.
Lastimosamente en la acción social del discurso erótico, la fuerza destructiva de un lenguaje marcado por la rigidez de pensamiento y palabra, insolente y degradante, está abriendo las compuertas para que se desencadene un tipo de discurso que podría sepultar toda una tradición cultural de una sociedad tan sabia y sagrada como la venezolana, acostumbrada a la expresión de un hecho de vida marcado por los rasgos de erotismo en la construcción de una oralidad que alguna vez nos nutrió y nos dio felicidad.