Es bastante común encontrarnos con edificaciones construidas más o menos al mismo tiempo pero con características que responden a épocas diferentes. Esto puede percibirse en la avenida Venezuela donde están, uno al lado del otro, el CC Los Próceres y las torres de oficinas del antiguo Banco de Lara, ambas construidas al mismo tiempo.
El conjunto del Banco de Lara fue diseñado al estilo del Seagram Building, en Nueva York, el edificio que Mies Van der Rohe diseño en los 50 y que rápidamente se convirtió en una fórmula repetida en todo el mundo: edificios rectangulares con piel de vidrio, planta interior libre y plaza en la planta baja para dar la bienvenida al visitante al mismo tiempo que sirve de área de dilución al tráfico peatonal. Morfológicamente, las torres del Banco de Lara pertenecen a la arquitectura moderna de los años 50. Aunque levantada en el tiempo presente, es vieja en cuanto a la tradición arquitectónica que ella representa.
La otra obra es el Centro Comercial Los Próceres que es, por su morfología, postmodernista. En ella hay un esfuerzo formal notable en el sentido de querer superar la tradición de la arquitectura moderna imponiendo formas que no siguen estrictamente la máxima de que la forma responde a la función, no le da importancia a la economía de costos ni es excesivamente racional en la distribución de los espacios. Esta obra es plenamente actual porque en ella coinciden el momento de su diseño y el momento cultural que vive la arquitectura mundial, el de la postmodernidad arquitectónica que arrancó con fuerza a partir de los años ’80.
Por supuesto, la critica a una edificación no se limita a valorar solo sus meritos formales o funcionales, abarca tambien, inevitablemente, el contexto ideológico y político en el cual fue diseñada y construida. En este caso, este centro comercial muestra una contradicción muy interesante: fue diseñado y construido por los mismos años en que el presidente Chávez torpedeaba la construcción del Sambil de La Candelaria acusándolo de ser una muestra del consumismo salvaje. ¿Será que un centro comercial construido por los militares en tiempos del socialismo del siglo 21 es menos consumista que uno construido por la burguesía? O, más bien, ¿se trata de la evidencia de que un cambio de elite y de discurso político no implica instantáneamente un cambio de la ideología arquitectónica? o ¿Será que las superestructuras culturales suelen ser relativamente independientes de la coyuntura de la lucha de clases?
Pero hay más: el discurso cultural del chavismo está lleno de llamados a rescatar nuestras raíces culturales: abundan los saraos oficiales con coplas, arpa y maraca, las exposiciones de pintura con paisajes de casitas coloniales y literatura que intenta recrear a las novelas de Rómulo Gallegos.
En arquitectura esto debería significar el regreso al adobe, la teja, blancas paredes gruesas, columnas panzudas, corredores, etc. retorno que no hemos visto por ningún lado. En realidad, aun está por saber si el régimen tiene algún estilo arquitectónico en particular, pues al mismo tiempo que se abandonan las obras de la modernidad como ocurre en Caracas con la Torre David, invadida, ranchificada y, además, mostrada con orgullo en la Bienal de Venecia; en Barquisimeto se construye este centro comercial en estilo postmoderno, un estilo que es abiertamente contemporáneo, globalizado y representativo de la hegemonía cultural del imperio.
Lo que señalamos es, ciertamente, una contradicción, algo que siempre ha acompañado a la arquitectura, pero preferimos este estilo contemporáneo que un centro comercial construido como falsa arquitectura colonial.
Aunque pareciera que el estilo de una obra debe corresponder con la corriente cultural del tiempo en que se la construye, en realidad no tiene que ser así. A mediados de los años 60, Robert Venturi, un arquitecto académico, diseñador y teórico de la arquitectura afirmaba, en “Complejidad y Contradicción”, la legitimidad del eclecticismo histórico contemporáneo, el diseñar con la intensión de imitar o repetir estilos del pasado. Y esto es lo que ocurre en el caso del antiguo Banco de Lara: es un edificio de estilo ya pasado, pero legítimo. En otras palabras: las obras en estilo moderno son, hoy, no obras de vanguardia, sino de eclecticismo, algo contra lo que surgió el movimiento moderno a comienzos del siglo 19. Es una curiosa contradicción.
La ciudad como tema – Mismo tiempo, épocas diferentes
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