Capitalismo Lunar – Una concesión graciosa

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Anda el gobierno de Maduro invitando al diálogo. Ese parece ser su empeño. Pero ya sabemos a qué se refieren ellos cuando plantean un “diálogo”. Algo selectivo, cerrado, en plan de “échame el cuento pues”, cual funcionario o burócrata con modorra que se digna escuchar tu petición, queja o reclamo, y jura que te está haciendo el favor de tu vida, pero ojo, mosca bichito, no te me alces, no te me pongas cómico y empieces a hablar de derechos, o a exigir eficiencia, o calidad, o respuestas, mira que nosotros somos revolucionarios, somos combatientes, pero no somos magos para andar por allí solucionando tus problemas.
Luce además como un diálogo sin bases sólidas ni creíbles, porque según sea el sector o problema, viene usualmente precedida la invitación de una acusación, de un adjetivo, o de algún coctel de ofensas diversas.
En las llamadas “mesas de diálogo” (ahora todo se resuelve con ellas) con algunos actores puntuales del plano económico, empresarial o productivo, lo que nos llama la atención es el súbito despertar del gobierno de un largo sueño “socialista” de 14 años, durante los cuales muchos de esos mismos ministros, funcionarios, asesores, directores y conductores de políticas económicas del proceso, aplaudieron, rieron, bostezaron, y sobre todo guardaron un criminal y cómplice silencio mientras su jefe, Hugo Chávez, con un discurso incendiario, jurásico y resentido, se dedicaba a destruir las bases legales y materiales de la economía venezolana y de buena parte del entramado empresarial privado.
Aquellos polvos de delirios socialistas y expropiatorios nos trajeron estos barros de escasez, parálisis productiva y sequía cambiaria. Ha anunciado el gobierno que importará varias toneladas de rollos de papel tualé. Y no dudamos que dicha importación durará en los estantes lo que dura el imprevisto gas de una mujer hechicera montada en su escoba. Así como tampoco dudamos que, si por alguna genialidad propagandística del ocupado Ministro Villegas, deciden estamparle a cada rollo de papel tualé una foto del Ché, alguna gráfica de Raúl Castro, o el fulano corazoncito aquel de “hecho en socialismo”, sospecho que más de uno utilizará el referido papel enrollado con mucha energía e impulso limpiador.
Da cosa con el Dr. Merentes, voz solitaria en el gobierno. Tan atento y abierto a las observaciones, tan deseoso de apurar la entrega de dólares, tan decente mientras de seguro ofrece cafecito y dice pase y siéntese amigo empresario, que estamos aquí para ayudarle a producir e importar esos insumos, y de repente sale Mario Silva, el “Host” estrella del chavismo televisivo en prime time cloacal, y se lanza esa confesión al camarada Palacios del G-2 cubanoy describe las miserias, divisiones y otras marramucias de la “revolución”, salpica a medio mundo, y a figuras estelares del elenco del poder revolucionario, y entre mentada de madre y adjetivo escatológico el riesgo país se dispara, y la intranquilidad cunde en los mercados bursátiles y entre inversionistas foráneos. ¿A cuánto se cotizará la acción de las hojillas desechables en Wall Street?
Lo que para el mundo entero es certeza paradigmática hace décadas, esto es, ninguna economía, ningún país puede crecer, generar empleos y productividad sin el trabajo conjunto bajo marcos regulatorios claros del Estado y la empresa privada, lo acaba de descubrir hoy Nicolás Maduro. Y el problema es que no es una lección aprendida, es más bien un intento desesperado por repartir algunas migajas cambiarias y normativas, para evitar o reducir el riesgo de un colapso económico y una escasez aún mayor con controles y regulaciones inamovibles por doquier.
Diosdado, Carreño y Maduro, dueños del país, Dioses del Olimpo asambleario y revolucionario, le “regalan” a la ominosa y repulsiva oposición la dirección de unas comisiones parlamentarias para que se entretengan en algo.
Se me ocurre que el tiempo es implacable cuando la torpeza de un gobierno es infinita, y cuando genera más dudas que respuestas.
Quizá también el poder es una “concesión graciosa” de la gente. Prepárate entonces Nicolás, cuando dejen de reír.

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