Bueno para la pava

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Los últimos años aportan importantes aprendizajes a la sociedad venezolana: algunos excelentes, otros muy peligrosos. Entre lo positivo está la desmitificación de dos grandes falsedades muy arraigadas en la tradición latinoamericana:

Aquí se derrumbaron los mitos del idealismo honesto de la izquierda y de la disciplinada eficiencia militar.

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Ese descrédito es ganancia neta para la democracia venezolana, que también aprendió a valorar el potencial cívico de los menos afortunados.

Con tal aprendizaje, fundamental para su maduración política; y con una sensata y mas pulcra administración de los recursos, la recuperación moral y material del país debe ser relativamente acelerada.

Tristemente también queda lo negativo: Heredamos un segmento de población que – tras oírlo machacar a lo largo de 14 años – ahora identifica la palabrita «socialismo» con un confuso mejunje de paternalismo dispendioso y revanchismo.

El «proceso» del poseso deja atrás un grupo numeroso que enarbola las más destructivas banderas de Boves y Zamora, fusionadas ahora con el trasnochado comunismo fundamentalista para generar una suerte de «peronismo» que encubre a una cínica mafia de saqueadores.

Pero quizás lo más peligroso es la lección en materia internacional: Esta Venezuela que en su día enarboló la Doctrina Betancourt ahora sabe que quien contesta el teléfono de Miraflores logra la adhesión pusilánime de las «hermanas repúblicas» de la región.

La experiencia de Honduras y Paraguay, y el ejemplo de los generales Pinochet y Videla hasta hace poco fueron muros de contención para cualquier inclinación castrense de dar una patada a la mesa, tomar cuenta de la situación y aplicar soluciones a su manera.

Ahora hemos comprobado que las condenas internacionales no van con nosotros: Que el control del chorro petrolero trae consigo el discreto silencio o la activa complicidad de una comunidad de Poncios Pilatos que pulula en la OEA.

Y como lo bueno para el pavo será también bueno para la pava, que luego nadie se queje de lo que aquí pueda pasar: porque quien siembra vientos cosecha tempestades.

Quién hoy quisiera voltear la tortilla y aplastar a los que abusan con la misma vara con que ellos han pisado la democracia, ya comprende que el petróleo le permite hacerlo con casi total impunidad internacional.

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