Cada vez que cae una lluvia Barquisimeto se convierte en la Venecia latinoamericana. Las calles se empozan de orilla a orilla con la más mínima precipitación.
El problema es que el sistema de drenajes está colapsado desde hace año.
Los barquisimetanos dicen que cada vez que cae un “agua” es un dolor de cabeza. Los que andan a pie se resignan sin esperanza a mojarse los pies y las piernas al cruzar la calle, porque simplemente las vías se inundan y no hay manera de evadir el agua.
Los que se movilizan en vehículos particulares no se salvan: igual tienen que mojarse para caminar hasta sus carros.
Nadie escapa a los estragos que deja el agua en la ciudad, donde las lagunas provocadas por las precipitaciones duran, en el mejor de los casos, hasta dos horas para drenarse.
Juan Andrade, vendedor de zapatos en una tienda ubicada en la avenida 20, comenta que cuando las lluvias son fuertes y se prolongan más de 40 minutos, las aguas desbordan las aceras y se les meten a los negocios. “A veces tenemos que ponernos a sacar el agua con cepillos, araganes y coletos; eso hace que las ventas bajen en el local”.
Andrade vive en el barrio Indio Manaure, al este de Barquisimeto y dice que cuando llueve se hace difícil agarrar carro para esa zona. “Normalmente pasa uno detrás del otro, pero cuando llueve parece que se esconden, no pasan, uno puede esperar hasta una hora por una unidad, a veces hay que tomar taxi y pagar hasta 70 bolívares, porque no queda otra opción y como los conductores de libre saben que son la única alternativa que le queda a uno, se afinca en el cobro del traslado”.
Pedro Nieves, conductor de la línea de taxis La Naranja, al oeste de Barquisimeto, comenta que cuando llueve es un riesgo salir a trabajar porque las calles colapsan y los huecos en la vía no se ven. “La verdad es un riesgo tremendo trabajar, porque los carros presentan daños, a veces uno se queda barado en medio de las lagunas, yo personalmente cuando cae un invierno, me voy a la casa y no salgo hasta el siguiente día”.
En las barriadas del oeste, norte y noreste, donde hay un considerable número de barriadas sin consolidar, la situación es peor porque las calles se enlodan y las aceras están en mal estado. Simplemente no tienen por donde caminar.
Lucía Avendaño, residente de La Veritas, parroquia El Cují, que cuando llueve las aguas se empozan, las vías se vuelven un pantanal y el tráfico de vehículo se hace imposible, en especial por la noche cuando llega la oscuridad y quedan al descubierto las fallas que hay en el alumbrado público.
“Esto se vuelve una anarquía, no se puede caminar, la luz se va y los malandros como saben que es esto se pone así, salen a la calle a robar a todo el que se consigan.
Uno queda expuesto a todo, porque el transporte público deja de pasar y nos vemos obligados a caminar”.
Aceras en mal estado
Los transeúntes se quejan de que no hay espacios ni para caminar, porque las aceras en muchas zonas están fracturadas, ya sea por raíces de árboles o simplemente porque están en mal estado. “Tienen que hacerle mantenimiento a las aceras y construirlas más altas y anchas.
Bueno la solución al problema sería adecuar el drenaje para que las calles no colapsen”, comentó Paula Delgado, residente de El Cercado.
Otra de las quejas que hacen es que las paradas no tienen techo y deben calarse el palo de agua encima, no les queda otra opción que mojarse.
“Cuando cae una lluvia y andas en la calle no queda otra que correr hasta los locales comerciales que tengas cerca porque no hay donde resguardarse, el problema es que los comerciantes se molestan porque uno se mete a sus locales y a veces cierran las puertas, esto pasa porque las paradas de por puesto no tienen techo y uno se moja”.
Se intentó hablar con Rubén Díaz, presidente de Emica, pero no se logró el contacto.
Henri Segovia, vicepresidente, dijo que no estaba autorizado para declarar.
