A mi hijo José Manuel, dedico
Cada cierto tiempo se me viene a la mente una imagen de forma repetida: la colina de El Calvario, situada en la población larense de Río Tocuyo, cercana a Carora. Ella se formó hace muchos años, cuando en compañía de mi padre, Expedito Cortés, recorríamos la extensa geografía del distrito Torres. No es precisamente la colina lo que se me viene a mi percepción, sino una de las cuatro calles que la circundan, es decir la calle sur. Observo la imagen de personas, vegetación y bicicletas en la ladera austral de tal elevación. En el lado norte de este accidente geográfico está situado el Ambulatorio de Río Tocuyo, un centro de atención médica. He aquí donde comienza lo extraordinario de la narración que ofrezco a mis lectores.
La palabras déjà vu que aparecen como título a este articulo, vienen de la lengua francesa y significan “ya visto”. El concepto describe la sensación que experimenta una persona al pensar que ya ha vivido con anterioridad un hecho que, en realidad, es novedoso. Mis alumnos de psicología en el Liceo Egidio Montesinos de Carora, me preguntaban muy de seguido el significado de tan curiosa experiencia. Yo les decía que era una sensación propia de los pueblos primitivos. No es así de simple la cosa.
El responsable de acuñar este término fue el psicólogo francés Emile Boirac (1851-1917). Hoy se le da el nombre de paramnesia y está asociado a los recuerdos vividos, sentidos o soñados, como tal es mi caso. Es la creencia de que un lugar ha sido duplicado, existiendo en dos lugares simultáneos. Pero mi experiencia con la colina ríotocuyana tiene otra significación que de inmediato trataré de hacer comprender, según dicen la hermenéutica y la fenomenología, o ciencias del espíritu de Dilthey y Husserl, filósofos alemanes del siglo pasado.
Sucedió que mi esposa Raiza María Mujica, obtuvo su título de Médico Cirujano por la Universidad Lisandro Alvarado de Barquisimeto en 2004. Pero cuál no sería mi sorpresa y asombro, cuando mi compañera de vida fuera designada a cumplir su ruralidad en un pintoresco poblado del semiárido larense: Río Tocuyo. Su centro de trabajo fue el Ambulatorio Rural Tipo 2, lugar donde nos instalamos en agosto de 2005. Me llevé una caja grande de libros y preparaba mis clases para la Maestría en Historia de la UCLA-UPEL-Fundación Buría, en aquellas noches estrelladas y silenciosas de aquel pueblo colonial, solo interrumpidas por la llegada de uno que otro paciente del interior de las parroquias Camacaro y Reyes Vargas picado por una culebra o aquejado de una fuerte diarrea.
Y fue allí, en ese “lugar de la memoria”, según la expresión del historiador francés Pierre Nora, donde en diciembre de aquel año, comenzó a palpitar en el vientre de mi amada esposa, la fibra de mi primogénito hijo José Manuel. A partir de allí comencé a cavilar y meditar sobre tan afortunada y venturosa coincidencia. ¿Casualidad acaso? No sé responder, admito. Lo cierto que mi déjà vu no es el del tipo que hemos definido arriba. Se tratará más bien de una suerte de premonición o presentimiento de que en las cercanías de la colina de El Calvario eventualmente iba a ocurrir en mi existencia un hecho extraordinario. Y no deja de serlo, pues el nacimiento de mi vástago se produjo a mi bíblica y respetable edad de 54 años.
El notable divulgador de la ciencia, el catalán Eduard Punset, en su programa televisivo “Redes”, califica el déjà vu como otro misterio. Cosas que quizás nunca sucedieron, pero que estas convencido de que ya han pasado. Y continua diciendo: Y…¿sabes? Es increíble…porque es allí cuando uno dice: “Bueno, tal vez ha pasado en la otra vida”. ¿Es algo genético? ¿Tendrá que ver con los sueños? Lo habré soñado…¡Juraría que ya he estado en esta situación!, sentencia Punset.
Los físicos cuánticos contemporáneos nos proporcionan una hipótesis aun más pasmosa del fenómeno que nos ocupa: los universos paralelos, los cuales podrían estar separados de los nuestros por milímetros. Entenderlos es el mayor desafío de la física. Einstein, por ejemplo, lanzó su idea de “wormholes” (agujeros de gusano), una suerte de puentes en el que se puede viajar a mayor velocidad que la de la luz, un atajo entre uno y otro punto en el tiempo. Es decir que otro Luis Eduardo Cortés Riera bien pudiera estar sentado frente a su computadora escribiendo este mismo artículo en este momento, pero en otro universo. Sorprendente, ¿no?