Aunque ya ha transcurrido una semana desde la presentación al país del audio de Mario Silva con el agente del G2 cubano y la marejada de comentarios que éste ha suscitado, no quiero dejar pasar la oportunidad para expresar mi opinión.
Yo no sé si Silva volverá a La Hojilla o no y ya es absolutamente irrelevante. Si vuelve, lo consideraré una conveniencia política del régimen, una nueva señal de debilidad. En este asunto, el gobierno ha quedado como el herido de sable del poema “Caso” de Rubén Darío, que si se lo quitan se muere, y si se lo dejan, lo mata. Haber “quitado” a Mario Silva de “La Hojilla” o decidir “dejarlo” es lo mismo. Le hará el mismo daño al régimen de Maduro.
Lo que sí sé es que a pesar de los muy débiles desmentidos, la conversación la escucharon quienes tenían que escucharla y quienes saben que es imposible, como han argumentado quienes saben de grabaciones, que sea un montaje. Ahora todos desconfían de todos, hasta de sus sombras. Cualquiera puede ser el próximo traidor y me imagino que –si han leído de historia del proceso chileno- deben tener pesadillas con el “¡llamen a Augusto!” de Allende durante el golpe… ¡auch!
Las profundas divisiones que desde hace rato y desde afuera hemos adivinado dentro del chavismo afloraron todas juntas, en una confesión del vocero personal de Chávez a un cubano.
Me surgen más preguntas que respuestas:
¿Por qué el gobierno chavista no considera traición a la patria este obvio arrastramiento y entreguismo a Fidel y a Raúl Castro? ¿Qué hubiera sucedido si la conversación hubiera sido con un agente de la CIA? Porque no me cabe la menor duda de que la grabación fue hecha para que la oyeran los Castro y triangularla hacia Maduro. ¡Y cuidado si no fue filtrada por el mismo Mario Silva! Sin Chávez como factor de cohesión y dique, cada quien debe salvar su pellejo antes de la desbandada. La verdad es que ese cuento de echarle la culpa al Mosad resultó hasta divertido. El postulado goebbeliano de inventar una mentira tan grande que la gente la crea porque tanta exageración “no puede ser mentira”, en este caso no funcionó. Y cada vez les va a funcionar menos, porque no solo se quedaron sin el vocero, sino que el vocero, en su afán de no dejar que nadie se destacara, los anuló como tales.
Otra pregunta que me ha rondado durante toda la semana es la que tiene que ver con el muy “resteado” presidente de la Asamblea Nacional. ¿Por qué salió Diosdado Cabello esa misma noche, en los predios de Nicolás, no en los suyos -con apariencia de tener la tensión por las nubes- asegurando con palabras lo que su lenguaje corporal negó y lo que nadie le había preguntado, que es absolutamente leal al “Presidente Nicolás”? Dime de qué alardeas y te diré de qué careces. Más aún… ¿quién lo presionó a ir a esas altas horas de la noche a Miraflores para salir justamente a la hora que empezaba La Hojilla?… ¡Demasiadas costuras para que la gente no se haga preguntas!
¿Por qué Mario Silva no sabía cuál era la dolencia que lo aquejaba para “separarse por unos días del programa” y tuvo que preguntarle a sus compañeros de programa, quienes tampoco sabían? “Del estómago”… “No, del estómago no, de la vesícula”… ¿Por qué estos aparecieron cabizbajos y dubitativos, cuando usualmente son groseros, arrogantes y atropelladores?
Y finalmente, ¿quién es Mario Silva –en caso de que no sea un mitómano- para que el mismísimo Ministro de la Defensa le mande armas, dar órdenes y considerarse con el poder de discutir con un agente del G2 lo que debería resolver el gobierno venezolano? Aquí hay varios delitos que en un país con una institucionalidad precaria al menos hubieran hecho la pantomima de que debían investigar. Y ni hablar de los medios públicos. El viernes pasado el analista pro gobierno Nicmer Evans dijo que “no investigar audio de Silva sería un golpe moral a la militancia”.
La oposición debe seguir denunciando con contundencia todas estas marramuncias. Lo bueno de todo esto ¡es lo malo que se está poniendo!