El ajuste de pasar de la soltería al matrimonio puede ocasionar sentimientos de pérdida y ansiedad.
El repentino cambio que viene tras la luna de miel puede ser uno de los momentos más serios en la vida. Algunas parejas jóvenes lo describen como “un vaso de agua fría” o como “ser golpeado por un rayo”.
Otras parejas lo expresan así:
“Siento que estoy como en otro planeta y ¡quiero regresar a casa!”.
“Extraño poder hacer lo que yo quiera, cuando lo quiero hacer”.
Y este es uno de los favoritos que los terapeutas matrimoniales a menudo escuchan: “Si aquello de que dos se convierten en uno solo significa que yo desaparezco como persona, entonces, ¡olvídelo!”.
Muchas parejas se preguntan cómo la mezcla de dos personalidades y el conjunto de ambiciones, deseos y sueños pueden ser imaginados, Tratar de ajustarse de la “libertad” hacia el compañerismo puede ser difícil e irritante, pero es un proceso, y no simplemente un destino.
Cuando hacemos el cambio de la soltería al matrimonio experimentamos una pérdida. Perder algo nos deja con un sentimiento triste, pero conforme crece la relación con la persona con la cual tenemos un compromiso, el dolor puede convertirse en alegría y satisfacción.
La satisfacción llega cuando notamos que nuestros sentimientos son normales y que la mayoría de las personas los experimentan. Y aceptar la responsabilidad de honrar la relación que Dios nos ha dado. Cada día hacer esfuerzos conscientes para disfrutar su relación con su nuevo cónyuge en el sentido más pleno posible.
Aunque ocasionalmente necesitamos un tiempo con nosotros mismos, para aprender a pensar en términos de dos en lugar de una sola persona. Para compartir después de un día arduo de trabajo, y pasa tiempo con nuestro cónyuge Es una forma desarrollar un vínculo lleno de alegría e intimidad.
Así es cómo el acercamiento y la unicidad desarrollan matrimonios a pesar de las tendencias egoístas. Aunque es retadora y a menudo confusa, la transición de la independencia a la interdependencia es absolutamente vital para su relación.