Dedicado a Manuel Salvador Ramos
Los llanos venezolanos están llenos de gritos de guerra. Boves, Páez, Maisanta y como ellos a menor escala numerosos “catires” de peinilla, lanza y fusil han construido leyendas de combates infinitos sobre un territorio cruzado por un sol inclemente y lluvias diluvianas.
Recientemente a estas batallas de corte épico se han sumado las batallas legales del hombre de trabajo contra los despojos prediales, en una espiral de incertidumbres donde lo entrañablemente telúrico se ha tenido que enfrentar contra fantasmas ideológicos que amenazan de muerte a la agricultura y la ganadería.
Y todo este escenario de calamidades sucede bajo un clima de ruina económica porque los productores se aferran a la subsistencia ya que les fueron fijados precios de venta a dólar Cadivi mientras que compran insumos y servicios a un dólar libre que les cuesta al menos el triple. De esta forma producir en el marco de estas graves limitaciones es algo que solamente puede entenderse si el compromiso es por amor propio y no simplemente por el negocio lucrativo.
Por ello cuando los ganaderos de Asocrica acaban de celebrar su Feria Oriental en San José de Guaribe, con vacas que producen cerca de 50 litros al día, en un país donde el promedio no llega a 4, no están solamente mostrando animales de alta genética sino que están lanzando un Grito de Paz a nombre de toda la gente de trabajo que a duras penas subsiste sobre los campos venezolanos.
Reconocer este compromiso con el trabajo productivo es una tarea que debe ser resaltada como un aporte nacionalista, ya que como bien dice el doctor Manuel Salvador Ramos:” Para reconstruir el país no se podrán implementar modelos económicos eficientes sino se tiene una base productiva sobre la cual levantar la recuperación del aparato agroalimentario. Por eso lo que hacen actualmente ganaderos y agricultores venciendo dificultades es una labor patriótica de primer orden, porque serán ellos la vanguardia y el soporte fundamental del crecimiento económico que nos merecemos”.
Por ello las Ferias de la Raza Carora en Guaribe son un Grito, un reclamo de Paz de los ganaderos venezolanos que al límite de un abismo económico proclaman con orgullo que tienen unas vacas de hechura venezolana que compiten en calidad y rendimiento con las vacas más enrazadas del planeta. Para dar este Grito los socios de Asocrica Oriente honraron el evento con el nombre de Kristen Rosenkilde, un catire venezolano que nació en Noruega y que luego de muchos éxitos empresariales decidió hacerle honor a sus antepasados que destacaron en el campo veterinario convirtiéndose en criador de ganado Carora.
Como dato curioso las vacas que ocuparon los dos primeros lugares en el concurso lechero en las Ferias de Guaribe se llaman Secreto y Éxito, son ellas mensaje vivo para expresarles al mundo político que el Secreto del Éxito es el trabajo continuo, metódico y disciplinado y no la persecución ideológica que solamente ha traído caos y desasosiego en las zonas rurales y desabastecimiento de alimentos en las ciudades.
Los criadores de ganado lechero Carora han podido mantenerse en actividad porque a pesar de la gravedad económica sus vacas cubren con sus altos rendimientos el costo de los insumos básicos, pero esta situación ya no la pueden sostener y es cosa de pocos meses para que crucen la línea roja y pasen al tobogán de la quiebra, mientras tanto insisten con su Grito de Paz. Grito que volverán a lanzar del 20 al 25 de junio en el marco de las Ferias de Carora.
Para estas Ferias de Carora el compromiso lo asume Asocrica conjuntamente con Sorgo y el homenajeado será Ambrosio Oropeza con más de 70 años ininterrumpidos como ganadero. La Raza Carora lanza Gritos de Paz, ojala su clamor de angustia y ganas de trabajar por Venezuela sea escuchado por quienes compete. Esperemos.