Con el carisma que lo caracteriza, el maestro Antonio Giménez Fréitez se apropió del escenario del teatro Juares para dirigir a la Orquesta Sinfónica de Lara en calidad de director invitado.
La Pequeña Suite para Orquesta de Claude Debussy y The Wasps del compositor Ralph Vaughan Williams, abrieron el programa de concierto que deleitó a la valiosa asistencia que se dio cita en el recinto desde las 7:30 de la noche.
Estas dos obras, distinguidas por su estética y contrastantes ritmos, dieron pie a la velada musical. La primera de un compositor francés y unas de las figuras más prominentes de la música impresionista. La segunda, de un compositor británico de gran popularidad en su país.
Como es costumbre, la sinfónica se lució en la interpretación del repertorio seleccionado, lo que se tradujo en reiterados aplausos por parte de la audiencia que aguardó expectante el estreno del poema sinfónico María Lionza.
A las 8:30 de la noche, las luces se atenuaron con motivo de la proyección de un video realizado bajo la dirección de Juan Carlos Marín, como resultado de una investigación sobre los ritmos del tambor afroyaracuyano, municipio Veroes del año 2006.
El audiovisual mostró los testimonios de maestros de las comunidades de Taria y Palmarejo (Eloy Sevilla, Carlos López y Leonardo Machado); quienes exponen las tres formas rítmicas: el sangueo, el luango golpeao y el luango corrío.
Posteriormente, Marín subió al escenario para ofrecer más detalles sobre el estudio que realizó y cómo Giménez aprovechó este recurso para dar vida a la obra María Lionza.
“El pueblo de Veroes mantiene aún vivas las tradiciones, específicamente la de San Juan Bautista, la cual se celebra todos los 24 de julio. En ese municipio se dan particulares formas de tocar el tambor».
En ese sentido, aseguró, que para la identidad de los pueblos de Latinoamérica y en este caso para el estado Yaracuy, es valiosísimo lo que ha hecho el maestro Giménez, quien de manera magistral, incluyó esas células rítmicas en el poema sinfónico, incorporando en una obra contemporánea esos elementos percusivos. «Además de incluir ese sentimiento afrodescendiente la obra se titula María Lionza, lo que enaltece aún más la cultura del pueblo yaracuyano, desde el punto de vista místico y mágico religioso. Cuando viajamos hacia San Felipe y vemos la majestuosa montaña de Sorte con su verdor y tonos característicos resulta imposible no contemplarla».
A manera de introducción, Marín leyó un extracto del libro Los ciclos de los Dioses de Gilberto Antolinez, quien se refiere a María Lionza como «la Diosa protectora de las aguas, Yara, deidad hecha mujer, dama de sonrisa dulce, grandes ojos verdes, cabellera abundante hasta la cintura, senos duros y erectos, la reina mujer, la que seduce y encanta, la reina madre, dueña del bosque y protectora de las riquezas».
Bajo este preludio se hizo sentir la obra de casi nueve minutos de duración. La cual toma como base para sus motivos rítmicos y musicales, toda una gama de fórmulas rítmicas propias de los golpes de tambores que se emplean en los distintos ritos que se ofrenda para la Reina. La presencia de lo mítico, lo religioso y el sincretismo, fundamentan el corazón de esta obra que inició regia y poderosamente.
Con esta magistral ejecución, en la que todos los instrumentos hablaron del culto a la diosa de Sorte, el compositor Antonio Giménez Fréitez se reencontró con sus raíces, con esa identidad que nos caracteriza y que no deja de tener su valor en la sociedad.
“El culto a María Lionza es uno de los más significativos del país, verdaderamente nuestro. Es una manifestación espiritual muy importante, algunas veces, menospreciada, con cierto tabú, quizás debido a los ritos que se realizan. Es una expresión válida con gran cantidad de adeptos”, nos contó el músico.