Harina de país precocido

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Nadie mira a los lados. La gente avanza con molestia, con una obediencia más cercana a la rendición que al civismo. La cola es inmensa. Entre cabezas inmóviles y brazos numerados con marcador se habla de una Venezuela que parece de mentira, de un juego que nos va empujando al vacío.
La harina es el polvo del paroxismo, el tesoro de un nuevo país perdido. ¿Dónde empezamos a comernos a nosotros mismos?
***
La escasez no existe. Es solo saber desacostumbrarse a la vida.
La soberanía alimentaria es conservar un puesto en la cola. Tiempo de espera del canibalismo ciudadano.
Los monopolios, el acaparamiento, la usura, el sabotaje: ya no hay comensales para tantos cuentos.
Arepas reguladas a un precio de país: un relleno de mentiras e infamia.
El hambre es un proceso. Y un buen patriota debe saciarse rápido.
Consumidores numerados como piezas: ¿qué hay después de la dignidad?
El venezolano es noble y la buena vida es una mala maña. Hoy la arepa, mañana los hijos.
Voluntades amasadas, instituciones crudas: retrato de un país obligado a vivir por porciones.
Harina, mantequilla, papel higiénico: una cadena digestiva agredida hasta el límite.
La receta del desarraigo y la indolencia: el horno está encendido.
***
Que no somos una isla, que somos un país rico, que lo nuestro es pura exageración. Todo es inestable en un país donde la barriga y el corazón están descontentos. La cola es larga y el venezolano está en los últimos puestos, escribiendo su historia de necesidades no cubiertas, acostumbrado a vivir para sacarse de apuros.
Hoy el desayuno es cuestión de rumores y querer más es ser apátrida. Las filas son la aceptación de unas reglas que no conocemos, que no quisimos, pero que nos encierran. Y mientras tanto el cansancio leudando entre unos y otros. Todos sin sabernos. Todos con una misma ingenuidad que es como el hambre.
Sin racionamiento no hay revolución. Sin sacrificios y despojos no hay patria que valga. La canasta está en quiebra y la mesa se hace cada vez más alta, más mágica, más imposible.
La angustia tiene su cocción exacta. La paciencia también.

@zakariaszafra

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