Notoria percepción de insatisfacción han dejado los recientes comicios presidenciales. Una crisis de impredecible magnitud empieza a tomar cuerpo en todo el país; crisis cuya trascendencia tempranamente cruzó las fronteras nacionales.
La OEA y la comunidad europea ya se pronunciaron al respecto; estas dos instancias se suman a la idea que es indispensable contar, uno a uno, todos los votos emitidos por el pueblo.
Debemos recordar que, terminada la totalización de actas y votos, el candidato opositor condicionó el reconocimiento de los cómputos dados a conocer por el Consejo Nacional Electoral, al conteo de todos los votos, antes de proceder a la proclamación del abanderado del gobierno. La posición firme de Henrique Capriles, quien representó la opción de la Alternativa Democrática en el mencionado proceso electoral, se regó como pólvora y explotó en el ámbito internacional.
La crisis política que está en estado de ebullición, hasta ahora contenida por Capriles, es la primera de tal naturaleza que se presenta en Venezuela, desde que los presidentes de la república son electos por votación universal, libre, directa y secreta. Es medio país el que desconocería la legitimidad del candidato a quien el CNE le pretende certificar la victoria.
Al árbitro electoral sólo se le ha pedido que despeje las dudas; que cuente, una a una, las papeletas depositadas por los sufragantes en las urnas electorales. Negarse a este requerimiento legal, es colocarse al margen de sus responsabilidades. Negarse al reconteo de votos, práctica generalizada en el resto del mundo, es, simple y llanamente, esconder perversos y extraños manejos del voto, por parte del CNE. Este poder será el único organismo público detonante de la crisis; y, por supuesto, responsable de sus consecuencias. ¡Que nadie lo olvide!
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@UrdanetaAguirre