Dictamen
El solo hecho de que el Gobierno califique como “guerra económica” la agenda productiva del país, pone en evidencia la causa del fracaso de un modelo que luego de quince años y con los mayores ingresos petroleros de la historia, está implosionando. Pero si asumimos el enfoque bélico que el propio Gobierno ha planteado, entonces la reunión con Lorenzo Mendoza sería efectivamente el acto de rendiciṕon de Nicolás Maduro. Es claro quien perdió la guerra y quien se rindió ante quien.
El solo hecho de que luego de quince años en el poder, la “revolución” se vea obligada a negociar con un solo empresario capitalista para poder alimentar a la población, da cuenta de la farsa del discurso socialista. El caso es que Polar está produciendo al 100% de su capacidad instalada y aún así no se logra satisfacer la demanda de alimentos, sobretodo en lo que respecta a la harina de maíz. Lo que lleva a preguntarse ¿Quién más produce alimentos en el país además de Polar? ¿Por qué las empresas socialistas y estatizadas no satisfacen la demanda? ¿Dónde están las marcas de harina de maíz que ha expropiado el Gobierno?
El Gobierno tardó mucho en descubrir que puede expropiar todo lo que existe pero no puede obligar a un empresario a seguir invirtiendo su dinero para perderlo. Y el Estado no puede sustituir a la empresa privada, al menos no por mucho tiempo. El esquema es sencillo, sin rentabilidad no hay inversión, sin inversión no hay producción y sin producción no hay alimentos. En Venezuela se decidió perseguir a la empresa privada y se prefirió sustituir la producción nacional con importaciones en las que se le compra alimentos a empresas capitalistas de otros países con los dólares obtenido de la venta del petróleo. Ese modelo se agotó porque los dólares ya no alcanzan. El resultado de esa política económica apátrida es la escasez, la inflación y el desempleo que hoy padecemos.
Un claro ejemplo de la estupidez socialista es lo que pasó con la exportación de Harina PAN. Luego de que el gobierno venezolano le prohibiera exportar harina a Polar, esta empresa decidió montar una línea de producción en Colombia para producir la Harina PAN que se exporta hoy a más de treinta países. No sería de extrañar que el Gobierno termine importando Harina PAN como hace ya con la gasolina que consumimos. ¿Quién ganó la guerra? La respuesta pública de Lorenzo Mendoza al Gobierno fue contundente y se puede resumir en una frase: “Ajusten el precio y véndanme las plantas que tienen paradas para ponerlas a producir Harina PAN”. Un día después vemos al Vicepresidente Jorge Arreaza a su salida de la reunión con Mendoza hablando de exoneración de impuestos, subsidios y aumento de precios para el sector privado. Se había firmado ya el acta de capitulación del gobierno revolucionario ante el capitalismo.
Solo la infinita torpeza de Nicolás Maduro podía convertir esa bochornosa claudicación en un acto público y notorio, cuando emplaza en cadena nacional al empresario para tratar de tapar su debilidad. Lo que logró fue llamar la atención de todo el país sobre lo que a todas luces representa el fin de una revolución que admite ya su incapacidad de alimentar a la población y de proveer servicios básicos de calidad.
Finalmente es preciso referirnos al hecho ya conocido de que el Gobierno obliga a Polar y al resto de las empresas, a distribuir más de la mitad de su producción en los Supermercados de Caracas en perjuicio del interior del país que es sometido a desabastecimiento para evitar un “caracazo”, al igual que pasa con el tema de los apagones programados de Corpoelec. El culillo de este gobiernito no puede estar por encima del derecho a la igualdad y de la calidad de vida de la población en las regiones.
No hubo guerra económica, lo que hubo fue el suicidio económico de un Gobierno corrupto, incapaz y apátrida que creyó que podía prescindir de la inversión privada porque le había puesto la mano al petróleo de los venezolanos.
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.
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