Capitalismo Lunar
María revisa el gabinete, abre la nevera, y constata que debe volver al abasto. O mejor dicho, a los varios sitios que debe visitar para medio completar y reponer la comida. La quincena apenas va por la mitad, y como millones de mujeres venezolanas, debe hacer magia para estirar los reales. Si su cartera fuera de goma, ella quizá pudiera amarrarla a su cintura y lanzarse en benji, o hacer un columpio de aquí hasta el cielo pero no, su preocupación es menos elástica y más terrenal.
Entrar al abasto es, para ella, uno de los grandes enigmas de la humanidad. Recorrer el pasillo de un supermercado, de un almacén de víveres de nombre asiático, le produce un nudo en la garganta, un vacío en el estómago, sobre todo porque desde hace tiempo, la matemática de María solo resta, mientras los precios suben. A veces la impotencia tiene cara de anaquel vacío. A veces un estante se parece más a un desierto que a la posibilidad de escoger.
María, armada de paciencia y crudo conformismo sale a hacer mercado y no encuentra negocios, o locales, encuentra colas. Para todo. Como todo venezolano sobreviviente de este tsnami chavista, María ve una cola y casi instintivamente se pone en la fila. Primero la hago, y después pregunto, por si acaso. Hago cola, luego existo.María no sabe quien fue John Maynard Keynes, tampoco ha teorizado sobre la extensa obra de David Ricardo, y ciertamente el apellido Hayek lo asocia más con Salma Hayek, menuda actriz mexicana, que con FriederikHayek el economista Nobel de Economía de 1974. María apenas puede pronunciar la palabra “macroeconomía”, pero lo que María si sabe es que la plata que le da su marido, y la que ella logra cobrar planchando, cada vez le alcanza menos.
Si pudiera establecerse una receta para caracterizar el modelo económico que Hugo Chávez edificó mientras condujo su llamada “revolución”, podríamos enumerar los siguientes: Agregue cuatro tazas de un rentismo petrolero menguante fiscalmente de raigambre estatista e intervencionista; vierta dos cucharadas de cerco, acoso oficial, expropiaciones y confiscaciones a todo lo que huela a propiedad privada o particular; corte dos lonjas generosas de control de precios y de amedrentamiento institucional con sabor a tributos, certificados, licencias, multas y permisos; destape y agregue una lata de salsa de endeudamiento con abundante irresponsabilidad y déjelo evaporar al calor de la corrupción boliburguesa, militar, y del gasto corriente, consumista o clientelar-electoral; corte en trocitos una lechuga y aderécela con una restricción delirante y asfixiante de dólares a un país que aumentó como nunca su dependencia de importaciones, luego de esparcir granos de retórica de desarrollo endógeno y soberanía alimentaria. Añada a su gusto ausencia de diálogo, criminalización del sector privado y cinco gotas de obcecación comunista con barniz socialista. Agregue dos sobres de desconfianza, un puño de ausencia de reglas de juego y dos suelas desgastadas de hacer colas de marca “escasez”. Mezcle bien y cocine a fuego lento durante 14 años. Como ese caldo no se va a “enfriar”, sóplelo, trate de tomárselo, y manténgase cerca de un baño, por si la náusea lo invade.
María hace su tercera cola del día para comprar papel toalé. Ya su hermana le hizo la de la harina, y logró que una vecina le vendiera un pote de leche para su hijo de dos años. Mientras siente cómo sus pies se hinchan, observa la cadena televisiva donde Alicia en el País de las Maravillas, usa banda tricolor, boina roja, un incipiente bigote, mientras baila de alegría en un Mercal colorido en el que hay de todo y sin cola. Una gota de sudor recorre su frente, mientras se pregunta en paciente silencio: ¿El Ministro Nelson Merentes habrá hecho alguna vez cola para el pollo? ¿Habrá tenido que pelear el Profesor Giordani con alguna viejita por el último paquete de azúcar? ¿Le alcanzarán los cestat-ickets al Vice-Presidente Arreaza para poder pagar las tres bolsitas del mercado? ¿Tendrá que “llorarle” mucho Doña Cilia al Presidente para que le afloje más bolívares para comprar las verduras?
Mientras María sigue en la cola, el país sigue padeciendo los efectos del ascenso incontenible de los precios, cada mes, cada semana, cada día. Inflación socialista. Hambre revolucionaria. He allí, el verdadero legado de Chávez.
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