Del Guaire al Turbio
Militante y dirigente de un partido naciente, presidente de la cámara de diputados, alcalde, prisionero, gobernador, candidato para la presidencia de la república. En menos de un año dos campañas para presidente y una para gobernador. Ganador en todas, despojado en dos. A todos su cargos ha llegado por elección popular.
Ningún político venezolano ha podido nunca exhibir un palmarés igual, una carrera política recorrida de principio a fin, una experiencia adquirida en contacto directo con el pueblo. Nadie. Ni Romúlo Bentancourt, Rafael Caldera, Carlos Andrés Pérez o Luis Herrera Campíns, por nombrar a cuatro presidentes de la república de los principales partidos, ha tenido una formación política teórica y práctica de tal calibre y contundencia. El único político integral forjado en la lucha día a día, en las campañas electorales, en la persecución, la injusticia y la descalificación, sin perder la compostura, el entusiasmo, la fe, el ideal de paz y convivencia para sus compatriotas, se llama Henrique Capriles Radonski. ¡Bienvenido!
Se habla mucho por ahí, se opina, que si Capriles debe hacer esto o lo otro, que si es demasiado blando y pacifista, que si esta situación caótica del país no se resuelve sin la mano militar, que si los de la milicia esperan una actitud de rebeldía cívica que debe convocar Capriles para actuar y poner orden. ¿Y quiénes opina así? Todos los que estamos viendo los toros desde la barrera.
Me declaro no sólo sin experiencia política, sino sin acierto político, sin visión profética política. Metida en este caos, testigo presencial de muchas crisis y sucesos desde el mandato de Juan Vicente Gómez –durante el cual nací- hasta hoy, no soy capaz de ver por mí misma cual es el camino claro a seguir. Aprecio sí, a distancia, dos errores históricos: el de Acción Democrática el 18 de octubre de 1945, cuado se unió a militares para dar un golpe de Estado a un presidente democrático, ¡en pocos años hubiera ganado de calle unas seleccione universales! El otro: defenestrar a Carlos Andrés Pérez de su segunda presidencia cuando precisamente la estaba ejerciendo con acierto, muy diferente de su pésima primera. Me equivoqué cuando celebré esta caída con champaña. Vivimos hoy las consecuencias.
Nadie tiene dudas de que estamos pasando por un momento muy difícil. Se muere el ilegítimo –no sabemos cuándo ni dónde- y nos deja de herencia un país en bancarrota política y económica: secuestrados los poderes que sustentan la democracia, un organismo electoral en manos mercenarias, inescrupulosas y, en añadidura, clausuradas todas las fuentes productivas. Por si fuera poco, un sucesor ignorante e incapaz, pero que gracias al malabarismo fraudulento de la Cara de Pingüino con voz de títere, sus compinches de la misma calaña y su eterna muletilla “resultado irreversible” –irreversible el camino del infierno para ti y tus secuaces- lo tenemos de seudo-presidente. ¡El Pírrico Írrito!
Como ya dije, no sé nada de política, pero presiento algo peor con una solución militar. Más cuando veo el manejo en lo que debía ser el poder legislativo, ahora convertido en arena de linchamiento para quienes de sus propios miembros tienen una voz distinta a la de las focas. Quien hace cabeza ahí –siniestro y temible- con esta violencia planeada y reída, hace su labor de zapa, mina el poco poder del otro, ¿con qué intención? No se necesita pensar mucho. Pero le digo una cosa: a cada puerco le llega su sábado. No hay nada más temible que cuando un pueblo engañado y humillado despierta. Del lejano 1945, veo en los noticiarios del cine los cadáveres de Mussolini y la Petacci colgando en los cables de una calle de Roma. Mantente rapado porque te pueden colgar del apellido.
Me quedo con la manera de hacer las cosas de Henrique Capriles. Calma, seguridad, respeto a la ley, meta fija y siempre sonriente. No como quien pretendía prepararle una celda, con sus 15 músculos para producir la sonrisa atrofiados y en pleno ejercicio los 33 que fruncen el ceño. Henrique
alegre, decidido, inspira triunfo, a él y su proceder le entrego mi confianza.
