No es más que un mecanismo que el cuerpo tiene para prevenir lesiones irreversibles en nuestras células. Muy importante sobre todo en la prevención de lesiones musculares y, en menor proporción, de nuestro sistema nervioso central.
Básicamente la fatiga aparece por cinco motivos:
1. Acumulación de metabolitos en el organismo: cómo el amoníaco (producto tóxico que se genera con un ejercicio intenso), los hidrogeniones (que aparecen a consecuencia de la formación de ácido láctico) y el fósforo inorgánico (que puede disminuir la producción de fuerza).
2. Deplección de substatos energéticos: los substratos son almacenados de forma limitada y a medida que van agotándose también disminuye la producción de energía.
3. Modificaciones hidroelectroliticas: en condiciones de temperaturas extremas o pruebas de muy larga duración se ocasiona una deshidratación y pérdida de electrolitos.
4. Afectación en la captación de aminoácidos: Los aminoácidos ramificados se metabolizan directamente en el músculo y en ejercicios prolongados disminuye su contenido en plasma.
5. Alteraciones enzimáticas: cuando aparece la fatiga se reduce la producción de energía y las enzimas no pueden funcionar correctamente.
Es importante conseguir una demora en la fatiga, lo que permitirá mantener o, incluso, mejorar el rendimiento y realizar esfuerzos más elevados al final de la misma. Una forma de lograrlo es mediante un entrenamiento adecuado para conseguir obtener energía a partir de la grasa corporal y ahorrar el glucógeno para situaciones de mayor esfuerzo.
También se puede retardar con una aclimatación a la zona donde se realizará la competición. Y otra, asegurando una buena reserva de glucógeno muscular y hepático con una correcta pauta de alimentación pre-competitiva, una buena reposición hídrica y nutricional durante la prueba y una buena recuperación de los depósitos gastados al finalizar la actividad física.