Para rematar

Hay amigos que insisten en señalar que la oposición, sabiendo cómo acorralar al gobierno, no alcanza o no sabe cómo rematarlo; que tales analistas hayan insistido en esta apreciación me ha llamado la atención porque son personas agudas y avisadas que ya traían desde sus países de origen una formación política suficiente como para comprender el cuadro venezolano.
La verdad verdadera es que ese no remate que ellos observan proviene del sencillo hecho de haber olvidado el cómo y el con qué hacerlo. De hecho, en el naufragio colectivo provocado por la antipolítica y  propiciado por el sector más inconsciente y retrógrado de la sociedad, no sólo anulamos el papel de los políticos y de la política como actividad digna y capaz de acabar con estos atorrantes que nos gobiernan, sino que abandonamos los partidos políticos, unidad organizativa básica para retomar, precisamente, las formas de remate de esta dictadura maléfica y perversa.
La antipolítica nos atrasó hasta los estadios políticos del año ’35, cuando todavía la vanguardia estudiantil del ’28 le hacía coro a los generaduchos que se oponían a Gómez y creían, cada uno de ellos, ser la solución.
Fue sólo hasta el 14 de febrero del año siguiente, cuando los estudiantes agrupados en la Federación de Estudiantes de Venezuela, se plantearon sustituir las expectativas caudillistas por la más larga y tediosa fórmula de organizar las vanguardias del pueblo en partidos combativos y combatientes capaces de acabar con las ya seculares fórmulas de militarismo abierto o encubierto como el actual.
Mientras en la oposición se siga esperando la llegada de un militar providencial que haga respetar la constitución y las leyes, quienes están en el poder seguirán burlándose del país a mandíbula batiente y, mientras tanto, la sangría de nuestras finanzas públicas hacia el financiamiento del gobierno castrista de la Habana continuará indefinidamente.
Pienso pues, que la juventud en particular debe tomar muy en serio la necesidad de organizar de manera efectiva el funcionamiento de los viejos y los nuevos partidos, dándole nuevos bríos y perspectivas a sus mensajes doctrinales pero sobre todo a la efectividad de su presencia en la vida política cotidiana del país.
Solo así estaremos en capacidad de rematar por la vía cívica y ciudadana, a esta cáfila de bucaneros presididos por el tal Maduro.