La enfermedad de Parkinson, más allá de los temblores

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Hay enfermedades que no distinguen ni clase social ni condición. Este es el caso de la enfermedad de Parkinson, una patología neurológica que afecta a cientos de miles de personas en el mundo y que sufrieron personajes tan relevantes como Katharine Hepburn o el mismísimo pontífice Juan Pablo II.

En la enfermedad de Parkinson  se produce una degeneración de las neuronas que segregan un neurotransmisor llamado ‘dopamina’, con más intensidad en algunas estructuras del cerebro como la Sustancia Negra y el Núcleo Estriado. La dopamina es importante porque ayuda a regular nuestros movimientos y porque participa en el equilibrio y la marcha.

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Los afectados por esta patología sufren síntomas variados. Dentro de las alteraciones motoras encontramos el reconocido temblor en reposo, la rigidez, la lentitud en los movimientos y caídas frecuentes por problemas de equilibrio.

Aunque allá en 1817 James Parkinson no los contemplase, cada vez se otorga más importancia a otras dificultades que afectan seriamente la calidad de vida de los enfermos. Estas alteraciones tienen que ver con el funcionamiento cognitivo y con cambios de personalidad consecuencia de las alteraciones cerebrales. Así, los pacientes de Parkinson suelen ser más lentos al procesar la información y responder, les cuesta acceder a los conocimientos que tienen en la memoria o mantener su concentración y tienen una menor fluidez verbal. También presentan lo que se conoce como síndrome disejecutivo, que les supone problemas a la hora de resolver problemas, planificarse, tomar decisiones, ser creativos y mentalmente flexibles, o mantener una buena memoria de trabajo. Los problemas con la percepción del espacio también son relevantes pues les dificultan actos tan simples como alcanzar un objeto o distinguir la altitud de un escalón. Finalmente, muchos de ellos pueden presentar obsesiones, compulsiones, apatía y alucinaciones, en parte como efecto secundario de los tratamientos farmacológicos, siendo lo más frecuente la depresión, en hasta un 40% de los afectados.

 ¿Cómo se trata la enfermedad de Parkinson?

El tratamiento farmacológico de la enfermedad de Parkinson suele incluir la levodopa, los agonistas de la dopamina o ciertos inhibidores de la monoaminooxidasa y de la catecol-O-metiltransferasa. Otro tipo de intervención más invasiva es la estimulación cerebral profunda de estructuras cerebrales como el núcleo subtalámico o el globo pálido.

Las aproximaciones terapéuticas con menos efectos no deseados suelen incluir el ejercicio físico, la realidad virtual y la rehabilitación cognitiva. En este sentido, un artículo publicado en la revista Movement Disorders en 2011 mostraba como, con sólo cuatro semanas de un programa de entrenamiento con técnicas multimedia y otras más tradicionales, los pacientes mejoraban sus niveles de atención, memoria, percepción, fluidez verbal, funciones ejecutivas y velocidad de procesamiento de la información.

Teniendo en cuenta que entre el 15% y el 30% de los enfermos suele evolucionar a una demencia, la intervención cognitiva parece ser un elemento relevante que favorezca el desarrollo de una mayor reserva cognitiva y retrase los efectos del deterioro cognitivo al máximo.

Foto: Archivo

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