Por más de ocho años Carlos Eduardo Pérez, alias “El Guly”, logró burlar a las autoridades policiales larenses. Aunque se le señalaba de diversos crímenes la policía nunca pudo ponerle las manos encima.
Las muertes en las que presuntamente involucrado estaba, siempre ocurrieron muy cercanas uno de otras; aun así el hombre nunca siguío en libertad por mucho tiempo.
Juan Manci, residente del oeste de Quíbor, dice que conoció a “El Guly” y andaba tranquilo en las calles. “Parecía un ciudadano normal, no lo veías huyendo como la mayoría de los delincuentes, él hablaba con la gente, era un tanto tratable, cuando lo veías, no parecía que fuese ese hombre que por muchos años hizo estremecer a Quíbor y a toda Lara con sus asesinatos y secuestros”.
“Estatura mediana, piel blanca, ojos verdes, cabello rapado de color castaño y siempre rasurado, parecía uno de esos muchachos tranquilo, fácilmente pudo pasar por abogado o estudiante universitario frente a la policía”, comenta Manci.
Pero detrás del rostro amable se ocultaba una mente que fue capaz de cometer al menos 40 asesinatos en una población que a duras penas sobrepasa los 70 mil habitantes y en la que antes de que éste apareciera en escena era muy extraño que ocurriera un homicidio.
Juan Godoy, otro habitante de Quíbor, comenta que siempre escuchó hablar de El Guly y coincide en que aunque no se le veía huyendo sí tenía métodos eficientes para evadir a las autoridades.
Se iva a las zonas montañosas e inhóspitas de municipios cercanos como Morán y Andrés Eloy Blanco. “Siempre se decía que sus escondites estaban en zonas montañosas en los que la polícía no patrulla. Se dice que en muchos de esos sitios tuvieron a gente en cautiverio.
Son tantas las cosas que se dicen de este señor que uno no sabe cuál es la verdad, si en realidad esos sitios eran para esconderse o para tener a las personas en cautiverio sin que los funcionarios policiales pudieran hallarlos”.
Apoyo económico
El Guly no solamente tenía tentáculos en las comunidades donde estaban algunos de sus amigos o secuaces, también tenía como aliados a exitosos empresarios de la zona a los que supuestamente hacía “favores” y estos de alguna manera se lo retribuían.
“Eran trabajos como escolta personal, escoltaba sus mercancías y estos en ocasiones le retribuían esos favores.
No sé de qué manera lo ayudaban, pero lo curiosos era que tenía la capacidad de relacionarse con gente de la alta sociedad, eso seguramente influyó para que los cuerpos policiales no pudieran atraparlo, creó su propio escudo a través de las relaciones públicas que manejaba”, comentó un funcionario policial y abogado destacado en Quíbor.
Las bandas
La existencia de El Guly transformó a Quíbor y sus alrededores, el pueblo y sus caseríos cercanos, se convirtieron de tranquilos poblados en violentas guaridas de bandas delictivas, conformadas en su mayoría por adolescentes que se movilizan en motos y armados para atracar, cobrar vacunas o secuestrar a transportistas, productores agrícolas o cualquier otra víctima que quedara expuesta al movilizarse por las carreteras cercanas.
Todas estas bandas de alguna manera se fueron formando bajo la influencia de El Guly.