Planteamientos
Como para no llamarse a engaño, el panorama político latinoamericano muestra los efectos de la polarización existente en el país, acentuada en los últimos días a raíz de los eventos postelectorales.
La integración de los países de América Latina y del Caribe, luego del fracaso de los programas neoliberales y las secuelas que trajo consigo, con la política exterior puesta en práctica por el gobierno de Chávez, de alguna manera nucleó y catapultó proyectos de transformación que, a su manera, fueron asumidos por diferentes gobiernos calificados de izquierda en el ámbito regional. Las coincidencias, las divergencias y las solidaridades se procesan de acuerdo con el juego de poder y la correlación de fuerzas que la dinámica interna y externa de cada país, según las demandas que el contexto requiere. Igualmente, se percibe la confrontación con los gobiernos de derecha en el marco de esa geopolítica actual, e independientemente del grado en el cual se exprese, la polarización existe y cada sector la maneja a su conveniencia.
Resulta harto usual que presidentes, voceros calificados y personalidades diversas opinen a favor o en contra de decisiones gubernamentales y el principio de la autodeterminación sea invocado permanentemente para justificar las adhesiones o rechazar lo que se considera una agresión a la soberanía. Quien quiera constatar el manejo diferenciado y a conveniencia, le bastaría pasearse por las páginas internacionales de los diarios y los noticieros de los medios audiovisuales. La matriz de opinión poselectoral busca configurarse a partir de la injerencia y cada sector arrima la brasa para su sardina. Las redes de ahora permiten cazar incautos. Que Evo Morales haya expulsado de Bolivia a la USAID, acusada de injerencia y conspiración es prueba de totalitarismo. Pero que John Kerry, Secretario del Departamento de Estado, disponga de 47.800 millones de dólares para financiar a las ONGs que trabajan para “resguardar los intereses y necesidades de los pueblos que habitan el patio trasero de EEUU”, incluida Venezuela, es sinónimo de lucha por los valores democráticos.
Moisés Naím, critica abiertamente el reconocimiento de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, al presidente Maduro, y aboga porque su “política internacional refleje los valores de una de las democracias más grandes y vibrantes del planeta”. Su tesis al respecto es: ¡Hay que subir el precio¡ Sobre esa prédica, uno se interroga si el referente es la política exterior estadounidense. ¿Qué nos dice el compatriota Naím acerca de la mentira de Colín Powell ante el Congreso para justificar la invasión a Irak? ¿Cuál fue el precio de esa decisión? ¿Qué le parecieron las elecciones que George W. Bush le ganó a Al Gore? ¿Fue aquel un presidente legítimo?
No hay dudas en cuanto a que lo que ocurre en nuestro país es parte de la agenda política latinoamericana. El diario El Nacional, así lo destaca al reproducir la entrevista de la diputada peruana Marisol Pérez Tello, quien tras reunirse con los diputados de la MUD, Leopoldo López y Eduardo Gómez Sigala, no vaciló en reiterar su condena a la gestión de Chávez y la de Maduro. Por más que busqué en el mismo diario las declaraciones de la Vicepresidenta y parlamentaria del Perú, Marisol Espinoza, a propósito del mismo suceso, no encontré nada; pese a que en el canal de noticias peruano “N”, calificó a Leopoldo López como “un simple ex alcalde golpista de Venezuela que vino a Perú a pretender dar lecciones de democracia”; y pidió a la oposición peruana mayor tolerancia y dejar el tema de Venezuela a la diplomacia. Otro dato, reportado por la Agencia Efe: cuando Maduro recibía las llaves de la ciudad, una veintena de venezolanos caceroleaban frente al Parque la Independencia.
Las críticas en torno a la legitimidad del gobierno de Maduro también son recurrentes en opiniones de personeros latinoamericanos. Sin embargo, nadie explica y prefieren mirar hacia otro lado, cuando se les inquiere por la legitimidad de Capriles. Si ahora Datanálisis dice que cerca del 70% de los venezolanos está de acuerdo con la impugnación, incluyendo chavistas, probablemente, la pregunta subsiguiente: ¿Cree usted que el TSJ la aprobará?, nos muestre una respuesta que unifica a gobierno y oposición. De la ingenuidad también se nutre la polarización latinoamericana.
