Como un signo de los cambios que van gestándose en el escenario del poder en Venezuela, las divergencias al momento de caracterizar lo que acontece se hacen cada vez menores ante la claridad y nitidez de las acciones de quienes, como ambiciosos herederos y legatarios de una “revolución” destinada a languidecer entrecomillada, no ocultan ya su talante autocrático para negarse a ver su fracaso y el ocaso de su poder.
El aniquilamiento institucional del país, es decir, la conformación de una hegemonía basada en el sometimiento de todos los poderes públicos, Fiscalía, Contraloría, Defensoría del Pueblo, TSJ, CNE, Asamblea Nacional, a los dictados de una parcialidad política encarnada en el Poder Ejecutivo, ha sido progresivo y paulatino gracias a esa creencia devenida dogma eterno según el cual el Estado-Caudillo-Partido-Pueblo eran una misma entidad, cuyo rostro y única voz era Hugo Chávez.
La cronología de la infamia exhibe hitos: Año 2007, Chávez pierde la consulta que pretendía modificar el modelo de Estado plasmado en la Constitución aprobada 8 años antes, para establecer un esquema de Estado colectivista y comunal. Comunismo con barniz “socialista”. Pese a ello y al pataleo escatológico, logrando aprobar luego la reelección continua, Chávez desconoció el resultado previo y fue aprobando diversas leyes y normas sobre aspectos que ya habían sido rechazados con votos. Año 2010. Elecciones a la Asamblea Nacional. En complicidad con el CNE, el gobierno modificó los circuitos electorales para atenuar un posible aumento de la votación opositora. Y así, con 52% de los votos, la oposición obtuvo paradójicamente menos diputados que el oficialismo. Año 2012. Elección Presidencial. Enfermedad de Hugo Chávez. El CNE establece comicios paraOctubre de ese año, ante condición de salud del Presidente. Un halo de misterio y mentira cubre esos meses. Primer trimestre de 2013. Gravedad de Chávez. Silencio. Imposibilidad de juramentación. Otra vez, las “compañeras” del TSJ resuelven la situación, con una sentencia que coloca a Maduro en una posición de dudosa legalidad, pero de absoluta conveniencia política, sobre todo ante el fallecimiento posterior del presidente Chávez. 14-A de 2013. Elecciones sobrevenidas. Episodio en pleno desarrollo con una duda que se agiganta alrededor de la veracidad del resultado y un candidato oficial que “venció” pero no “convenció”.
Lo que existe hoy en Venezuela, es una élite cívico-militar que continua aferrada al poder, y que se ha blindado de tal forma a él en términos jurídicos, institucionales, electorales y financieros, para extinguir los contrapesos usuales que funcionan en países democráticos, y para impedir, al costo que sea, su salida del poder.
Ilustrativo y pertinente para entender las aguas que navegamos, es el trabajo de Fernando Mires titulado “La Maldad Totalitaria” (www.prodavinci.com, 01-05-2013), en el cual analiza la obra “Los Orígenes del Totalitarismo, de Hannah Arendt:
“El totalitarismo no es un tipo de sistema social, sino el resultado institucional de la degradación del espíritu, tanto colectivo como individual. (…) allí donde desaparece la diferencia entre el mundo del pensar y el del actuar desaparece la política y así el Estado ya no será de todos sino todos seremos del Estado.(…) De acuerdo a Arendt el derrumbe de las estructuras clasistas –que no es lo mismo que la desaparición de las clases- no da origen a una sociedad igualitaria sino a una sociedad de masas la que a su vez origina la desigualdad más radical posible que es la que se da entre un pueblo masificado y un Estado que reclama para sí el monopolio absoluto de la política.”
Según Mires, de lo que se trata mediante la aplicación sistemática de la propaganda totalitaria es de reducir la capacidad espiritual de cada individuo. Pero como la espiritualidad no puede ser separada de la capacidad de pensar –no olvidemos: el pensamiento es el medio que lleva al espíritu- la reducción de la espiritualidad no puede significar otra cosa que la banalización de cada ser humano a fin de que sea sometido al arbitrio ideológico y policial del líder total, representante del pueblo, de la nación, del partido y del Estado, a la vez.
No hay violencia buena, ni hay violencia mala. Toda simplificación de la realidad supone ignorar su propia complejidad. Es triste que, para justificar la represión o la intolerancia, tengamos que apelar a aquellos muertos o a estas agresiones, en un contrapunteo peligroso que nos coloca al borde del caos y la ingobernabilidad. Así, mientras unos van al circo, el país vive su propio circo de inseguridad, violencia y anarquía.
El poder se sigue derramando sobre la propia fragilidad de su origen, acción y legitimidad. Es cada día más, sin duda alguna y ciertamente, un totalitarismo en gotas.
@alexeiguerra
[email protected]
Capitalismo Lunar – Totalitarismo en gotas
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